"LA INFLUENCIA DEL LENGUAJE TAURINO EN EL LENGUAJE COLOQUIAL"
Concepción Torres Leiva. Maestra. Aforo completo: 50 asistentes.
INFLUENCIA DEL
LENGUAJE TAURINO EN EL LENGUAJE
COLOQUIAL
Que la relación del hombre con el toro
existe desde que aquel apareció sobre la Tierra parece evidente, y los orígenes
de la actual fiesta de los toros hay que buscarlos en los tiempos
prehistóricos, donde ya aparece la figura del toro en los grabados de numerosas
cavernas. Aparecen ya en esta época algunos grabados que representaban al
hombre luchando contra el toro en un ritual que deja entrever algo más que una
escena de caza. Desde nuestras raíces prehistóricas, este animal ha sido dotado
de una compleja simbología. Este rumiante, para diferentes civilizaciones y
culturas ha simbolizado la fuerza, la virilidad, la fertilidad, la deidad
protectora de la agricultura y la muerte.
El hombre se ha enfrentado al toro a lo
largo de la historia para demostrar su valentía, su poder, representando, por
ello, el triunfo de la vida sobre la muerte. Es esta representación de poder,
lo que suscita una enorme capacidad de atracción, tanto simbólica como
emocional en el hombre, siendo la principal causa de sustento y perpetuación de
esta actividad a lo largo de los siglos.
La vinculación del toro con la cultura
mediterránea está atestiguada en múltiples manifestaciones artísticas que según
numerosos arqueólogos fueron realizadas con finalidades mágicas para propiciar
la existencia de abundante caza.
Dar culto a un dios encarnado en la figura
de un toro. En este sentido encontramos en los orígenes de la civilización
occidental, varias deidades en las que sus leyendas están relacionadas con el
culto al toro bravo, como son: Mithra, Zeus y Europa, Parsifae y Minos.
Estas teorías relacionadas con los hallazgos
de actividades conectadas con la figura del toro de la cultura cretense hace
que muchos arqueólogos e historiadores creen que la cuna de la tauromaquia hispana
está en este lugar. Serían los pueblos del mar los encargados de difundirla por
todo el Mediterráneo. Las legiones romanas difundirían este culto por todo el
imperio romano a partir del s I a C.
En nuestro país estos ritos tendrían un
triple origen, por un lado, las colonias helénicas y fenicias, por otro, la
romanización, y por último, ciertos rituales funerarios íberos autóctonos.
Los hallazgos sobre el culto al toro en
nuestra región son múltiples, aparecen multitud de actividades y ritos encaminados
a utilizar al toro como elemento de sacrificio ritual a los dioses de ofrenda
propiciatoria para obtener sus favores, tanto por su bravura y fuerza, como por
su abundancia en nuestra región.
Ya encontramos referencias a estos ritos en
los siglos VII a VI a. C. cuando Hércules robó en Tartessos los toros rojos de
Gerión; o cuando Strabón nos narra que en la llanura del Guadalquivir abundaban
los toros en la época de la cultura turdetana y tartésica.
En Andalucía son muy numerosos los hallazgos
arqueológicos sobre la existencia de manadas de uros (ej. Cueva de la Pileta en
Benaoján). Esto traía consigo dos necesidades vitales, por un lado, la de
defenderse de estos animales mediante carreras, sobre todo por la velocidad y
fuerza de sus embestidas, la necesidad de dominar tretas que permitiesen
engañarlos para salvar sus propias vidas. Este dominio y la destreza de las
mismas, debió ser considerado por los restantes componentes del grupo como
signo de valor y poder. Estas grandes manadas de reses bravas, muy
probablemente garantizaba la alimentación estable de todo el grupo, lo cual nos
hace pensar la necesidad de dominar también ciertas técnicas de pastoreo de
estos animales tan bravos y en la de poder vencerlos para matarlos a la hora de
servir de alimento, faenas que con casi absoluta seguridad perdían la vida
muchos de sus componentes, lo que igualmente daba a dichos animales un carácter
mágico.
En los últimos años del imperio Romano
aparecen documentadas las primeras noticias sobre la participación de toros en
espectáculos públicos.
Varios siglos después de la caída de Roma se
seguían celebrando en la Bética una serie de juegos, en el curso de los cuales,
jóvenes se enfrentaban a toros salvajes; tal como nos refiere San Isidoro en
sus “Etimologías”, y a los que condenaba con vehemencia desde sus creencias
cristianas, dado que eran “ejercicios puestos al servicio exclusivo de la
vanidad, ya que los mozos cuando se enfrentaban con los animales salvajes, solo
buscaban, con riesgo de sus propias vidas, la fama, la aclamación y el
reconocimiento público de su ciudad”. Y satinizó esta conducta por exponerse
“voluntariamente a la muerte, por no haber cometido crimen alguno, sino por
valentía”.
Es decir, los mozos lidiaban públicamente
toros en la Bética visigoda con la única intención de ganar fama de hombres
valientes.
Sin embargo, la propia afición popular
mantuvo algunas tradiciones en las que se seguían utilizando para su
realización, aunque en la mayoría de los casos camufladas bajo rituales
festivos cristianos.
Y fue la aristocracia la que practicaría la
tauromaquia a caballo como un hecho de valor. Durante el s XV , en la época
caballeresca, salían los nobles a la plaza ricamente armados, ostentando en los
escudos empresas dedicadas al amor de sus damas, y con el acicate de aparecer
dignos de ellas, derrochaban valor y arrojo en la diversión de matar toros.
Los árabes españoles eran aún más
apasionados de estas corridas caballerescas.
A partir de s XVII el pueblo comenzó a tener
sus propios entretenimientos taurinos, que llegó a considerarlo como algo
propio, hasta el punto de no existir ninguna festividad que no contase con su
corrida de toros. Este interés y aprecio por las actividades taurinas entre el
pueblo, elevará a sus practicantes a la categoría de ídolos, recuperando en
parte, su sentido originario de triunfadores frente a la figura del toro bravo
como semidiós y aportará a los matadores fama, buena posición y la
consideración de maestros de su arte.
La tauromaquia moderna más técnica y
profesional, con un alto sentido del espectáculo la aproxima mucho más a su
origen de aquellas venationes romanas en las que los taurarii comenzaron a
demostrar que con habilidad, destreza, fuerza, agilidad y valentía, el hombre podía
llegar a dominar a ese ser tan próximo a los dioses por su bravura y fortaleza
llamado toro.
Hay que reconocer que el toro es un animal
emblemático en nuestro país, hasta el extremo de que en la descripción del mapa
de España, le denominamos “la piel de toro”, por su similitud con ésta. El toro
juega un papel crucial en las múltiples festividades populares que se celebran
en España.
El toro está considerado como un emblemático
símbolo tanto de fecundidad como de potencia sexual, y por él sentimos
admiración y miedo. Quien se siente aficionado lo es “a los toros” y nadie dice
ser aficionado “a los toreros”. Tampoco decimos “voy a los toreros”, sino “voy
a los toros”.
“La fiesta de los toros no es tan solo una
diversión más o menos recomendable desde el punto de vista moral, o pedagógico,
o estético, o sentimental, sino un hecho de profunda significación en la vida
española, y de raíces tan hondas y extensas, que no hay actividad social o
artística en que no se encuentren sus huellas”. (José María de Cossío).
Todo esto ha traído como consecuencia la
inserción en el habla familiar y en el lenguaje literario de un copioso caudal
de voces, metáforas, imágenes y alusiones procedentes de la fiesta de los
toros, que debían llamar la atención, no ya de un filólogo interesado, sino de
cualquier observador atento.
Fue José María de Cossío quien hizo una gran
investigación de la riqueza del lenguaje taurino, basándose y ampliando dos
estudios anteriores, presentados en 1929 y 1931 como tesis doctorales en las
universidades de Hamburgo y en la de Colonia.
Resulta sorprendente que fueran dos investigadores
alemanes quienes se ocuparan de estudiar esta influencia del lenguaje taurino
en el lenguaje coloquial del español.
Recopilando los resultados de esta
investigación, no podemos menos que establecer, que las corridas de toros, han
tenido un influjo que no se puede menospreciar en el idioma perifrástico
español, y que las múltiples explicaciones metafóricas motivadas por la fiesta
nacional constituyen una parte significativa y típica de su idioma.
El profesor Tierno Galván escribió un sugerente
ensayo “Los Toros, Acontecimiento Nacional” en el que, entre otras interesantes
reflexiones, brinda ésta “nada explica mejor, a mi juicio, la importancia
social de la fiesta que el conjunto de significaciones que traslaticiamente ha
incorporado al idioma”. Y concluye “…hay un proceso de absorción de plasticidad
en virtud del cual la palabra se impregna del sentido vital del acaecimiento:
es evidente que esto solo puede ocurrir cuando el acto o acontecimiento posea
enorme vigencia social”.
La influencia del lenguaje taurino en el
lenguaje cotidiano de los españoles es tan evidente que solo hay que seguir la
pista de aquellas metáforas de inspiración taurina que con suma habilidad han
sabido captar incluso quienes no frecuentan las plazas de toros, pero que en
ellas encuentran el simbolismo adecuado, para describir, las circunstancias y
peripecias de su cotidiana vida. Una
manera de expresarse los españoles. Si consideramos la metáfora como ingrediente íntimo de la
comunicación – entender de forma implícita -.
El lenguaje taurino, integrado por buen
número de expresiones, frases y exclamaciones, tiene tal plasticidad de
sugerencia que permite su uso en el lenguaje cotidiano, incluso por quienes no
conocen el mundo de los toros o ni siquiera simpatizan con él. Cada día miles
de ciudadanos españoles recurren a expresiones taurinas en su lenguaje
cotidiano para expresar ideas o situaciones, describir un conflicto, una
actitud o como resolver un problema.
Y es que en nuestra vida cotidiana, en las
conversaciones con los amigos sobre nuestros problemas, proyectos o
inquietudes, utilizamos una y otra vez términos taurinos, sin darnos cuenta de
ello y sin reparar que su metafórica utilización está inspirada en cuanto
ocurre en una plaza de toros o tiene relación con el torero y el toro. Y ello
es así porque en el ruedo de una plaza de toros, se dan los valores de la vida,
los mismos que como hombres y mujeres tenemos en nuestra existencia. Se da el
miedo y el valor; la solidaridad y la competencia; la audacia y la prudencia;
la conveniencia y la generosidad; el drama y el triunfo; la grandeza y el
detalle. También la sorpresa y la pasión, la decisión y la incertidumbre.
El lenguaje taurino es, como consecuencia de
esta multiplicidad de sensaciones vitales, apasionado y muy descriptivo.
En palabras del que fuera académico José
María de Cossío “en la vena del idioma corriente de cualquier español circulan
los términos propios de la tauromaquia, referentes tanto a las condiciones y
caracteres del toro, como a la plaza y sus dependencias, y como a los
instrumentos de la lidia, y a las suertes del toreo. Tanto en conversaciones
entre amigos, tertulias, periódicos o revistas registran en algún que otro
instante un recurso o expresión, frase o modismo proveniente del mundo de los
toros. Y no es extraño que personajes famosos de la política, la música, el
teatro, la literatura… contesten con metáforas taurinas.
Además de en el lenguaje común, cabe
destacar, que la jerga taurina ha estado presente en todos los géneros literarios
de la literatura de todos los tiempos, en las obras de Tirso de Molina,
Quevedo, Góngora, Machado, Nicolás Fernández de Moratín, Mariano José de Larra,
Manuel Machado, Federico García Lorca, Rafael Alberti, José Bergamín, Miguel
Hernández, Gerardo Diego…
En España la temática taurina ha impregnado
y calado en la dinámica creativa de muchas personalidades relacionadas con el
mundo del arte. Existen múltiples ejemplos de ello, como lo fue Francisco de
Goya, Pablo Picasso o Salvador Dalí, (quien daba enorme importancia a las
emociones experimentadas en una plaza de toros). El propio Salvador Dalí
manifestaba que el mejor lugar para inspirarse artísticamente es en las
corridas de toros, ya que “es el lugar donde puedes morirte de una sobredosis de
susto y de gusto”.
De igual manera, Ramón Pérez de Ayala,
Vicente Aleixandre, Salvador de Madariaga, Camilo José Cela, José de Zorrilla,
Pedro Salinas… resaltaron a través de sus obras la importancia del toro en la
cultura española.
Así, Federico García Lorca manifestó que “la
fiesta de los toros es la fiesta más culta que hay hoy en el mundo, y el toro
es probablemente la riqueza poética y vital mayor de España”.
También citar que el poeta Rafael Alberti
traspasó su afición taurina al plano profesional, ya que incluso llegó a actuar
como banderillero a las órdenes del torero Ignacio Sánchez Mejías.
El caso concreto de Sánchez Mejías es de
vital importancia. Torero extraordinariamente polifacético y creativo, además
de matador de toros, fue actor de cine, escritor de obras de teatro de éxito,
crítico taurino, automovilista y presidente de un club de fútbol de la primera
división española. Él fue quien tuvo la iniciativa de propiciar la primera
reunión de lo que más tarde se conoció como “la Generación del 27” con motivo
de la celebración del aniversario de la muerte de Góngora. Generación de la
cual fue miembro destacado.
A partir del lenguaje taurino surgen
metáforas de la vida cotidiana en diversos ámbitos.
Por ejemplo en la política. Grandes
políticos han utilizado frases como “coger al toro por los cuernos” frente a
decisiones terminantes. Algún ministro puede ser objeto de una operación de
“acoso y derribo” cuando alguien le está atacando con sus críticas hasta que
consigue hacerlo caer. En la vida cotidiana se llama “primeros espadas” a las
personas que destacan en cualquier actividad. Ese nombre aplicado a los toreros
de más fama, sobre todo se oye en comentarios políticos para aludir a los
líderes de los diferentes partidos o sindicatos.
La forma de enfrentarse a los problemas. Si
no tenemos “mano izquierda” para resolver una situación difícil con habilidad y
astucia, deberemos “atarnos los machos”, es decir prepararnos para la difícil
“faena” y “agarrar al toro por los cuernos” enfrentándonos al problema con
valor y decisión. Cuando no se quiere afrontar un problema es común decir que
“vemos los toros desde la barrera”, o que nos “va a pillar el toro” porque nos
hemos entretenidos; o “saltarnos a la torera”, para omitir audazmente el
cumplimiento de una obligación, y “ponernos el mundo por montera” sin atenernos
a razones o importarnos las consecuencias. A “rematar la faena”, intentando
poner un brillante final a algo que hemos realizado; podemos fracasar si
“pinchamos en hueso”, (como el matador que no logra clavar su estoque para
matar al toro). “Dar un quiebro” si nos mostramos muy hábiles y burlamos una
situación no grata para nosotros. Ante una situación inevitable decimos
“¡suerte y al toro!”. Cuando sobrellevamos algún enfrentamiento o lucha que
requiere esfuerzo y sacrificio, decimos que es una “brega” (recordando al peón
de brega, el ayudante del matador). “Escurre el bulto” alguien que se aleja de
una situación en la que prevé que pueda estar en peligro, igual que hace el torero
en ese ágil movimiento mediante el cual burla la embestida del toro,
apartándose de su camino.
El éxito. Se dice que un torero “ha armado
el taco” cuando ha obtenido un notable éxito. Se suele hacer patente con las
ovaciones y aclamaciones del público. De la misma manera se utiliza esta
expresión cuando en cualquier otra actividad, algún artista triunfa de manera
clamorosa. “Salir por la puerta grande” es la gran aspiración y el gran sueño
de todo torero, puesto que supone el máximo reconocimiento a su actuación por
parte del público. Fuera de los ruedos esta expresión se aplica a alguien que
ha triunfado rotundamente en cualquier actividad. A lo largo de la historia,
estando bastante relacionado el mundo de los toros con el flamenco, se ha dicho
que un torero o cantaor o guitarrista “tiene duende” cuando posee una forma de
interpretar que parece proceder de la magia o algo fuera de lo humano.
Las conversaciones. Cuando alguien nos
pregunta sobre un asunto molesto o comprometido “le damos una larga cambiada”,
para despistarle o evitar que siga con el tema. Si nos “dan la vara”, nos
molestan y aburren; “hay que cambiar de tercio” de tema de conversación. Una entrevista o charla “da juego” si permite
entretener, aprender u obtener información, pero hay entrevistas que “no tienen
un pase” porque no dicen nada interesante.
Los estados de ánimo. Algunas veces cuando
tenemos momentos de desánimo o desilusión, por analogía con la imagen del torero apático o desganado ante los
problemas que le plantea la lidia, estamos “de capa caída”. De igual manera
cuando alguien está extremadamente cansado, o se encuentra abatido o sin
fuerzas para seguir “está para el arrastre”, como el toro una vez muerto.
También podemos recibir “un revolcón”, un pequeño contratiempo, o una verdadera
“cornada” cuando el daño es grande, o darnos “la puntilla”. En semejantes
momentos necesitamos a alguien que nos “eche un capote” o que “esté al quite”,
dispuesto a echarnos una mano para salir del apuro.
Si no aceptamos que nos falten al respeto o
que se burlen de nosotros, podemos decir “¡a mí no me torea nadie!” y así “le
paramos los pies” al que quiera imponer su voluntad frente a los demás, y al
igual que el toro que es un animal que se caracteriza por su bravura ante una
situación difícil, uno puede mostrar su “casta” o ponerse “hecho un toro”.
Cuando no se quiere seguir con una ocupación
profesional o personal, “nos cortamos la coleta”. Y “entramos al trapo” si
caemos en una trampa, o “nos venimos arriba” si todo nos sale bien.
Bibliografía:
José María
de Cossío,” Los Toros, tratado técnico e histórico”.
Carlos
Abella, “¡Derecho al toro!”. El lenguaje taurino y su influencia en lo
cotidiano.
Andrés
Amorós, “Ignacio Sánchez Mejías” biografía.
Juan Carlos
Fernández Truhán, “Orígenes de la tauromaquia” Universidad Pablo Olavide.
Y numerosas consultas
en Internet.
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