LAS TROYANAS
Es el título de una tragedia
escrita por Eurípides y presentada en al año 415 antes de nuestra era, en las
fiestas dionisias, formando parte de una tetralogía referida a la guerra de Troya
que habría tenido lugar, según la mitología, 800 años antes. Perdidas las otras
tres piezas de la tetralogía (Alejandro, Palamedes y Sísifo) solo nos queda
“Las troyanas” para enjuiciar el mensaje de su autor.
Eurípides nos muestra en esta
tragedia un aspecto clave de todo conflicto bélico como lo es su desenlace, el
compendio o resumen del todo belicista que se refleja en el trato a los
vencidos, en su punto más sensible y vulnerable pues “las troyanas” son las
mujeres del vencido, las madres, esposas, hijas o hermanas de los guerreros
sacrificados en el combate.
El gran poeta trágico nos sitúa su
obra a partir de los lamentos de Poseidón, dios del mar y constructor de las
murallas de Troya, que comparte con la diosa Atenea, ofendida así mismo por la
vejación que de su templo han hecho los vencedores, por la destrucción de
Ilion, para contrarrestar la “hybris” o exceso vengativo de los griegos tras
los diez años de asedio a la ciudad.
El hilo conductor de la obra, que
se desarrolla en tres actos con cinco escenas cada uno, se centra en Hécuba,
esposa de Príamo rey de Troya, ahora vieja y reducida a la esclavitud que está
siendo sorteada junto con todas las demás mujeres pese a su carácter de ex
reina. Los lamentos por su suerte van aumentando progresivamente al conocer el
destino de sus hijas que le va transmitiendo el heraldo del ejército griego
Taltibio.
Casandra, la hija profetisa
condenada a no ser creída, es entregada como concubina al rey Agamenón.
Andrómaca, viuda del príncipe Héctor, esposa, amante y madre perfecta, es
entregada a Neoptólemo, hijo de Aquiles el homicida de su esposo, mientras
Polixena, otra hija, es destinada al servicio de su tumba en donde será
sacrificada. La propia Hécuba será entregada como esclava al denostado griego
Ulises. Pese a la suma de este conjunto de horrores, el clímax de la tragedia
se alcanza cuando Taltibio anuncia la condena a muerte de su pequeño nieto
Astianax, el hijo de Andrómaca y Héctor, despeñado desde lo más alto de las
murallas.
Con lamentos y condenas por todo
lo sucedido, Eurípides termina su obra entre las llamas que consumen Troya y la
marcha de los barcos argivos con su alienado botín humano, dejándonos una
imagen profunda del horror y desolación que la guerra, cualquier guerra, deja
tras de sí.
Eurípides el más grande de los
trágicos griegos tenía posiblemente motivos para conocer bien este tema. Había
nacido en Flía o en la isla de Salamina hacia el 484 a. c., hijo de un mercader
que trasladó su residencia a Atenas por causa de las guerras médicas. Se educó
con la enseñanza de maestros celebrados en su tiempo y siempre fue amante del
estudio coleccionando una importante biblioteca. Cansado de la interminable
guerra del Peloponeso trasladó su residencia a Macedonia muriendo en Pela en el
406 a. c.
Se conoce que escribió casi un
centenar de obras de las que apenas nos han llegado una veintena. Trata siempre
temas mitológicos muy anteriores a su tiempo, pero desmitifica a los dioses y
humaniza a sus personajes acercándolos o comparándolos racionalmente a la
problemática coetánea.
En la temática de “Las troyanas”,
Eurípides nos enfrenta, no exactamente al tema de la participación de la mujer
en la guerra, sino a su papel como vencida una vez concluido el conflicto, tras
el que queda a merced del vencedor, papel recurrente que consideramos una y
otra vez sin alcanzar solución alguna. El papel de la mujer en la guerra es
supuestamente pasivo en trabajos de mantenimiento por una parte y por otra,
utilizadas como elementos activos, como botín de guerra mediante la violencia
sexual que las convierte en un arma de terror represivo o en un medio de
control étnico, métodos que han sido inútilmente sancionados por lo organismos
internacionales como crímenes de guerra.
Desde los tiempos de la guerra de
Troya, las consecuencias que para la mujer tiene el final de un conflicto
armado se han mantenido invariables hasta nuestros días. La profundización de
Eurípides en el tema, nos muestra de nuevo la actualidad de una tara
inabordable, de una hybris, que él supo representar antes que nadie
Jesús Lobillo Ríos
Presidente del Ateneo Libre de Benalmádena
“benaltertulia.blogspot.com”
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