jueves, 13 de febrero de 2020

"MUJERES QUE CONSTRUYEN LA PAZ. UN PASEO POR LA HISTORIA" (LA VIOLENCIA MACHISTA EN EL CINE ESPAÑOL)

                                                   MIÉRCOLES 19 DE FEBRERO

              "MUJERES QUE CONSTRUYEN LA PAZ. UN PASEO POR LA HISTORIA"

                 

MUJERES QUE CONSTRUYEN LA PAZ. UN PASEO POR LA HISTORIA.

El camino hacia la paz nace de enfrentar la impunidad, la injusticia, la militarización, la discriminación, la violencia de género, la pobreza y de defender los derechos humanos y la naturaleza entre otras muchas cuestiones. 
La paz tiene que ver con una manera de hacer, una forma de enfrentarse a los conflictos desde la no violencia, desde la creatividad, inventando nuevas formas de actuar y de crear puentes. Es un alegato por la vida. Como dice María Zambrano  “La paz es mucho más que una toma de postura: es una auténtica revolución, un modo de vivir, un modo de habitar el planeta, un modo de ser persona”.
Construir la paz requiere deslegitimar el uso de la violencia, desenmascarar las estructuras que alimentan las desigualdades y trabajar para que se desprecien socialmente. El pacifismo es uno de los pilares del feminismo, un movimiento social noble, a veces mal entendido y peor interpretado.












María Dolores Ramos Palomo es Catedrática de Historia Contemporánea de la Universidad de Málaga.  
En 1986 fue merecedora del Premio de Historia Social Diaz del Moral por Burgueses y proletarios malagueños. Estancamiento económico y lucha de clases en la crisis de la Restauración.
1988: Fundadora del Seminario de Estudios Interdisciplinarios de la Mujer (UMA)
1989: Fundadora Seminario de Fuentes Orales
          Grupo de Investigaciones Históricas Andaluzas en la Universidad de Málaga.
1990 Premio Nacional Emilia Pardo Bazán.
1991: Fundó la Asociación Española de Investigación Histórica de las Mujeres
          Equipo de Investigación Arenal,
1995: recibió la Medalla de Oro del Ateneo de Málaga, que comparte con las demás compañeras del Seminario de Estudios Interdisciplinarios de la Mujer. Es miembro de la Academia Andaluza de la
Historia.
Imparte cursos de posgrado en los Másteres de Género de la Universidad de Oviedo, Universidad Menéndez Pelayo, Universidad Complutense, CSIC, Universidad Pablo Olavide de Sevilla, Universidad de Granada, Universidad de Cádiz, Universidad de Sevilla, Universidad de Cantabria, Universidad de Santiago y Universidad de Málaga.
Codirigió la Titulación Experta en Género e Igualdad de Oportunidades (2000-2005) y el Doctorado de Calidad Relaciones de género, sociedad y cultura en el ámbito mediterráneo (1994-2008) en la Universidad de Málaga.
Forma parte del comité científico de varias colecciones editoriales y revistas especializadas españolas y latinoamericanas. Ha dirigido una treintena de proyectos de Investigación de I+D+i, tesis doctorales y otras investigaciones. Así mismo, ha promovido proyectos, estancias e intercambios académicos con la Universidad de Santiago de Oriente (Cuba), Universidad de la República, Montevideo (Uruguay) Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza (Argentina), Universidad de Guadalajara (México) y El Colegio de Michoacán (México).
Es autora de más de un centenar de trabajos sobre Historia de género
En 2019 recibió el Premio Meridiana otorgado por el Instituto de la Mujer




Esta tertulia no pudo celebrarse por la ausencia impredecible de la Profa. Ramos.
En su lugar la Dra. Rosa Ballesteros dirigió el tema de "La violencia machista en el cine español"






LA VIOLENCIA MACHISTA EN EL CINE ESPAÑOL
(La importancia del cine como difusor de ideas)

Dra. Rosa M. Ballesteros García
rosaballesteosgacia@gail.com

CINE, CINE, CINE, POR FAVOR (PARA DENUNCIAR)

Partiendo de la premisa que el cine es una “construcción social”, el tema que proponemos tiene como objetivo, a través de una serie de películas realizadas en España, visibilizar ―partiendo cronológicamente del cine mudo hasta el presente, pasando por los años de la posguerra y el tardofranquismo―, de qué forma se perpetúan los roles, los valores y las jerarquías que continúan aún instaladas en nuestra sociedad y que reflejan el papel asignado a las mujeres a través de sus personajes, que no por ser ficticios son menos reales.
Encontramos en las tramas de estas películas mujeres de toda condición, edad y clase social: filósofas, jóvenes de clase media, madres enloquecidas porque les han arrebatado el hijo, prostitutas supervivientes de la posguerra y prostitutas que también sobreviven en un mundo que las desprecia y también mujeres a quienes el marido o el compañero les hacen la vida imposible y jovencitas inexpertas, prostituidas por un proxeneta que, finalmente abandona a su suerte y que acaban, en no pocos casos, asesinadas. Todas ellas son, de una forma u otra, víctimas del machismo y la violencia de un sistema patriarcal que, desgraciadamente, no acaba de superar ese nuevo papel que la sociedad demanda.
De todos los medios de comunicación de masas el cine es, sin lugar a dudas, el pionero en impregnarse y proyectar elementos para realimentar a la sociedad, de la que procede y a quien sirve. El cine fue el primer medio en realizar esta tarea, inmediata y visual, al mismo tiempo que recogía el testigo de la tradición literaria y teatral, masificando y ampliando la función de ambas. El cine nació como un espectáculo popular, con un mayor radio de influencia que el teatro o la literatura consumidos, en gran parte, por minorías ilustradas, especialmente el literario. Sintéticamente, parafraseando al historiador de cine J. L. Sánchez Noriega, se trata de un fenómeno resumido en dos palabras: trasvase cultural.
Por otra parte, desde sus inicios, las historias transmitidas a través de la “gran pantalla” han afectado a generaciones de espectadores gracias, en gran medida, a las imágenes, los argumentos, los contenidos, las ideas plasmadas a través de sus diálogos y, lo que es más expresivo, al juego de la imaginación, pues ésta, como ya la definió Octavio Paz, es “deseo en movimiento”. Incluso, durante los primeros años de ese arte nuevo, la época del cine mudo, también conocido como “la magia del silencio” ejerció su fascinación sobre el público.
También se ha escrito que los valores, los roles y, como es natural, las jerarquías en todos los órdenes propios de las sociedades y sus épocas se reflejan y se reproducen en el mundo del cine y también que el cine es una construcción social “dentro del círculo del arte”. Siguiendo esta línea, y parafraseando al profesor Pierre Bourdieu[1], son las ideas masculinas las que dominan este arte al legitimar, a través de sus contenidos, ciertos valores asociados al patriarcado tales como el poder, el sexo, la violencia o el dinero. En otras palabras: el poderío que ejercen los mitos sociales en función de si se es hombre o mujer. De su influencia, y del imán ejercido sobre los espectadores, el académico Francisco Ayala, años antes, ya lo había descrito en estos versos: “El cine era la nueva cosa estupenda. Todas las fotografías se ponían en movimiento, y los paletos hacían un viaje a la ciudad para ver lo nunca visto” (1929 14-15)[2]. Una experiencia extraordinaria que ha ido impregnando la memoria colectiva e individual de la ciudadanía, como describe claramente el escritor Julio Llamazares a través de las páginas de su novela Escenas de cine mudo, publicada en 2006, a través de metáforas tales como el asociar esta transcendencia de lo mítico a una oscura mina que se esconde en nuestro cerebro y que, poco a poco va esclareciéndose. Hipnotizados por el nuevo invento surgieron poemas como el de Vicente Aleixandre: “Venías cerrada, hermética/ a ramalazos de viento/ crudo, por calles tajadas/ a golpe de rachas, seco”; o del maestro Pedro Salinas: “Al principio nada fue/ Ni el agua para en ella el pez/ Ni la rama del árbol para la fatigada/ala del pájaro […] Al principio nada fue. / Sólo la tela blanca/ y en la tela blanca, nada...”. Finalmente, uno de nuestros primeros cinéfilos: Guillermo de Torre, que compara al nuevo invento con “Subterráneas locomotoras. Constelaciones de aviones. Sierpes de automóviles. Ramilletes de hélices”.
En esta línea de escritores cinéfilos se encuentran nombres, entre otros, como Benavente, Muñoz Seca, Martínez Sierra, Arniches, Marquina, los Álvarez Quintero o Rafael Alberti, que escribe: “Yo nací  ̶ ¡respetadme ̶ ! con el cine”; También se han adaptado obras de novelistas como José Francés (La danza del corazón, dirigida en 1953 Ignacio F. Iquino);   Eduardo Zamacois (El otro, 1919, dirigida por José M. Codina);  Pérez Lugín (La casa de la Troya, dirigida en 1925 por Alejandro Pérez); Wenceslao Fernández Flores (El malvado Caravel, dirigida en 1935 por Edgar Neville. Un caso paradigmático y prolífico fue Vicente Blasco Ibáñez, autor, guionista y director en 1917 de su propia obra, la popular Sangre y arena, entre la veintena de novelas que se llevaron al cine, al margen de las series producidas para la TV. Varios de ellos también ejercieron como críticos. Otros llegarían a viajar a la Meca del cine, Hollywood, como fueron escritores y dramaturgos como, Gregorio Martínez Sierra, Edgar Neville, José López Rubio o Miguel de Zárraga, por citar algunos nombres. En contrapartida, también hubo cinéfobos, especialmente elementos de la Iglesia, pero también intelectuales con Eugenio D´Ors, que enfatizaban sus fobias basándose en la perniciosa influencia ejercida, especialmente, sobre la infancia. Sobre su poder, el poder que este medio ejerce sobre las masas, y su capacidad de volcar voluntades, podríamos escribir largamente. Por poner un ejemplo nacional, en 1936, apenas desencadenada nuestra Guerra (in) Civil, leemos en el periódico anarquista Tierra y Libertad:

El cinema es un arma formidable, a veces noble, a veces insidiosa y traicionera, filtro envenenado. No basta con decir que el cinema es arte y quedarse tan tranquilos, no. Es preciso reconocer su fuerza  persuasiva y su poder de coacción”[3].

Incidiendo en la atracción que la literatura ha ejercido con el cine, no podíamos dejar de citar a las obras que han utilizado para sus argumentos algunas de las obras realizadas por nuestras escritoras: Pardo Bazán, Concha Espina, Luisa Alberca, Rosa M. Aranda, Aurora Bertrana, Fernán Caballero, Caterina Albert o Encarnación Aragoneses (la “Elena Fortún” autora del personaje de “Celia”) por citar algunos nombres (Ballesteros, 2010-2011).
Sobre el cine y su incidencia vamos a poner el acento en un tema verdaderamente grave y preocupante: la violencia y el sometimiento ancestral que ha venido ejerciendo el patriarcado contra las mujeres. Cada vez es más frecuente en el cine descubrir aspectos que tienen que ver con la situación actual de media humanidad, desde puntos de vista muy dispares, en idiomas diferentes y sobre contextos muy diversos. Tiene mucho que ver, a nuestro parecer, el número de mujeres cineastas: directoras, guionistas, actrices, productoras; en definitiva, profesionales varias cuyo número crece imparablemente en todos los países y por ello las películas, las historias que cuentan reflejan cada vez, con mayor énfasis, otra forma de plantear el mundo y sus conflictos desde un punto de vista más diverso y complementario. En este sentido no podemos pasar por alto el enorme movimiento Me Too liderado por un buen número de actrices y cineastas, algunas reconocidas mundialmente, que han puesto en el ojo del huracán las agresiones y el acoso sexual que sufren las profesionales, especialmente las actrices. Es opinión general que estas conductas se insertan en el marco del abuso de poder y es responsabilidad de todos impedirlo si bien, por otro lado, el observar que cada vez más hombres condenan estas conductas, entre ellos varios cineastas, y es de rigor hacer esta referencia. Todo ello está relacionado con el “macro-machismo” más visible y salvaje, pero toda la historia del mundo de la cinematografía está impregnada de “micro-machismos”, mucho más difícil de detectar.  
Espigando en la cinematografía de nuestro país, y centrándonos en el tema central que nos ocupa, hemos seleccionado las obras de directores como Pedro Olea (1938), Javier Balaguer (1961), Benito Zambrano (1965), Fernando León de Aranoa (1968), Alberto Rodríguez (1971) o Alejandro Amenábar (1972), completando la selección con profesionales más veteranos (ya desaparecidos) como Florián Rey (1894-1962), Juan A. Bardem (1902-1922), Vicente Lluc (1913-1995) o Miguel Picazo (1927-2016). Junto a ellos, la actriz y directora Icíar Bollaín (1967), estrella solitaria de nuestra selección, pues hemos querido poner en valor una filmografía hecha por hombres que han sabido plantear historias de gran calado y protagonismo femenino, aunque, en líneas generales, salvo excepciones, están reproduciendo a través de sus historias una realidad incontestable. De las películas seleccionadas cuatro de ellas: Calle Mayor (Juan A. Bardem, 1956), Tesis (Alejandro Amenabar,1996), Solas (Benito Zambrano, 1999) y Te doy mis ojos (Icíar Bollaín, 2003) han sido incluidas entre las 35 mejores películas de la cinematografía española por la prestigiosa base de datos internacional de cine (IMDB).
 En la línea de ocultamiento y de violencia subterránea contra las mujeres, Mary Bearn, afirmaba que el silencio se ha documentado a partir de los documentos clásicos, rescatando el primer ejemplo documentado de un hombre diciéndole a una mujer que se calle. Se constata en la Odisea de Homero (de eso hace casi tres mil años). Ella lo describe así:

Cuando Penélope desciende de sus aposentos privados a la gran sala del palacio se encuentra con un aedo que canta, para la multitud de pretendientes, las vicisitudes que sufren los héroes griegos en su regreso al hogar. Como este tema no le agrada, le pide ante todos los presentes que elija otro más alegre, pero en ese mismo instante interviene el joven Telémaco: “Madre mía, vete adentro de la casa y ocúpate de tus labores propias, del telar y de la rueca. El relato estará al cuidado de los hombres y sobre todo al mío. Mío es, pues, el gobierno de la casa”. Y ella se retira a sus habitaciones del piso superior (15).

Desde La aldea maldita, una  de  las  joyas  de  nuestra  cinematografía,  estrenada en 1929[4]  ̶ cuando aún no se había producido en España el salto a las producciones sonoras ̶  hasta La isla mínima, en 2014, vamos a poder constatar la indefensión psíquica, física, política y cultural que secularmente han sufrido las mujeres. Es casi un siglo de nuestra propia historia y, como planteaba el redactor de Tierra y Libertad en el artículo ya citado, “Propagar un credo, divulgar una actuación digna […] no es inmodestia ni afán de personalidad; es una necesidad de la hora…”; si bien, en el que caso que nos ocupa, este deseo no está asociado a la hora y al momento terrible de la Guerra (in)Civil y al temor de perder la joven democracia, sino a otra justicia más global y perseverante en la historia humana como es el rescate de la voz de las mujeres, y para ello nos planteamos este rescate a través de uno de los medios más eficaces de propaganda. Porque el cine, el cinema, también es un arma, “un arma de lucha”, como lo define otro cineasta luchador, Ángel Lescarboure para quien su fuerza sugestiva, innegable [además] “remueve las conciencias hasta sus fundamentos (…) educa a las multitudes dotándolas de voluntad de crear, de moverse en el plano social”[5].
El cine, pues, merece toda nuestra atención para intentar comprender su repercusión a nivel social, cultural o ideológico, seduciendo a las masas por medio de lemas. Existe un buen número de ejemplos que avalan el hecho. De uno a otro extremo ideológico los líderes políticos no han dudado en dar al cine importancia capital: la Alemania nazi de Hitler, a través del todopoderoso Goebbels, Ministro de Propaganda, creando un elaborado sistema de propaganda; la Italia fascista de Mussolini, perfecto ejemplo de macho “Alfa”, misógino y machista. A su autoría debemos frases inequívocas tales como [que] “A una mujer no se la puede amar profundamente más de tres meses”; o de mayor “intensidad”, como esta otra: “A las mujeres, bastonazos e hijos”. Su lema más famoso fue la cinematografia è l’ arma piú forte. En esta batalla por la propaganda, los norteamericanos, por su parte, no dudaron en hacer del cine su más eficaz altavoz. El director de cine Frank Capra, por ejemplo, fue el encargado de realizar entre 1942 y 1945 una serie de siete películas tituladas Why we fight (Por qué luchamos), para explicar tanto a civiles como a las tropas norteamericanas las razones de la intervención en Europa: “Creo que fueron eficaces para decir a los soldados por qué iban de uniforme y por qué intentaban hacer un poco mejor el mundo en que vivían”, recordaba Capra en una entrevista. En el otro extremo ideológico, la Unión Soviética utilizará desde sus inicios el cine como arma de propaganda. En el verano de 1936, iniciada la Guerra Civil, se dio instrucciones a los cámaras Roman Karmen y Boris Makasséiev de acudir al frente norte republicano, concretamente a Gipuzkoa. Y es que, como afirma Roland Joffé, el cine “es un medio para cambiar el mundo”.
Desde un punto de vista metodológico hemos agrupado la relación de películas propuestas siguiendo un criterio cronológico, con producciones españolas como La aldea maldita (1929), Calle Mayor (1956) y La tía Tula (1964). Tres títulos, tres dramas, y un cuarto:  El certificado (1969) que, irónicamente, ha sido encuadrado en el género “comedia”[6]. Todos ellos, si bien con distinta factura y con varios decenios de diferencia cronológica en sus estrenos, introducen a los espectadores y ponen el foco en la persistencia de la subordinación, el ninguneo y la doble moral sexual en un contexto que abarca los prolegómenos de la Segunda República, como es el caso de La aldea maldita, y las décadas de 1950 y 1960 durante la dictadura franquista de las restantes citadas.
Continúa la relación con títulos como Solas (Benito Zambrano, 1999); Sólo mía (Javier Balaguer, 2001); Te doy mis ojos (Icíar Bollaín, 2003) y Princesas (Fernando León Aranoa, 2005), cuatro dramas, mayoritariamente realizados al albor del nuevo siglo, que identificamos con el “in crescendo” de la misoginia machista. Finalizamos la selección con títulos donde la progresión culmina, finamente, con el asesinato de sus protagonistas. Son dramas como Pim, pam, pum, ¡fuego! (Pedro Olea, 1975) y Ágora (Alejandro Amenábar, 2009) (donde se mezclan historia, biografía y romance) y los Thriller Tesis (Alejandro Amenábar, 1996) y La isla mínima (Albert Rodríguez, 2014), el primero mezclado con misterio y el segundo con trama policial.

REFLEXIÓN FINAL

Todos los títulos analizados envían un mensaje claro: hay un tipo de violencia que se enfoca sobre las mujeres y que tiene unos mecanismos sociales que lo están ayudando a mantenerse. No es casualidad, no son episodios aislados, no se trata de personas con desequilibrios mentales, como alguien ha escrito, sino la máxima expresión del machismo, estructuralmente acomodado en buena parte de nuestra sociedad, y que es fruto del patriarcado que gobierna el mundo porque, no nos olvidemos, que esta lacra se ceba tanto en nuestro “Primer Mundo” como, especialmente, y con mayor rigor, en países denominados como “Tercer Mundo” con lapidaciones, muertes por “honor”, mutilaciones genitales, ventas de niñas, matrimonios acordados, violaciones sistemáticas durante conflictos armados… Muchas de estas aberraciones han sido trasladadas al cine internacional en producciones, entre otras, como La verdad de Soraya M. (Cyrus Nowrasteh, 2009), sobre el caso real de una chica iraní, lapidada tras haber sido falsamente acusada de adulterio por su marido o La teta asustada (Claudia Llosa, 2008), producción peruana nominada a los Oscar, sobre una mujer que, siendo niña, adquirió miedo a la violencia sexual que la generación de su madre sufrió durante la época de guerra en Perú, cuando las mujeres eran violadas como forma de represión[7]. Otro tipo de lucha, esta vez política, por su derecho al voto, se puede apreciar en la producción Sufraguette (2015), con guion de Abi Morgan y dirección de Sarah Gavron. Son solo unos ejemplos.
El repaso de estas 12 películas propuestas, producidas en nuestro país en un espacio cronológico de casi un siglo, evidencia la vigencia de esta violencia machista y refleja diferentes formas de violencia que las mujeres del mundo sufren a diario en muy diferentes situaciones, así como el cuestionamiento, la sospecha y la presunción de “culpabilidad” hacia cualquier mujer que se atreve a denunciar cualquier caso de violencia porque, como afirma la conocida columnista y escritora feminista (firma bajo el pseudónimo de “Barbijoputa”): [que] “Hagamos lo que hagamos las mujeres, siempre será cuestionado. Y juzgarnos a cada paso es una herramienta de control de este sistema que, no lo olviden, nos sigue matando”.
Son muchos las películas que continúan reflejando “micros” y “macro-machismos”. La lista es interminable y sólo apuntamos un par de títulos de habla española: Las elegidas (David Pablos, 2015) filme mexicano que muestra una realidad como es la trata de mujeres y menores o la española Evelyn (Isabel de Ocampo, 2011) que aborda este mismo tema y que tiene como protagonista a una inmigrante que viaja a España a buscar un trabajo, pero acaba siendo engañada y se convierte en esclava de unos proxenetas.
No es el mítico Sísifo quien sostiene el “peso del mundo”, somos las mujeres, cada vez que nos vemos sometidas a la violencia de los hombres que dicen querernos… Pero, ¿por qué tanta violencia? La investigación feminista lo achaca al miedo ancestral del hombre ante el enigma del eterno femenino. Un eterno personalizado en mitos como Salomé, Judit, Salambó, las Sirenas… y también en personajes, mitos más cercanos como los que inspiraron al Romanticismo para dar vida a la “Carmen” publicada en 1845 por Próspero Merimée o la “Conchita” de Pierre Louys (mitos hispanos de autoría gala) este último basado en su obra La Femme et le pantin (1898), por poner un par de ejemplos. Ambos tienen como cuna y escenario de sus andanzas la embrujadora Andalucía, tan atractiva para aquellos viajeros extranjeros del XIX que la visitaron, y como protagonistas dos mujeres, dos cigarreras sevillanas, si bien muy distintas, en cuanto a cómo vivieron su sexualidad con los hombres y en cómo se resolvió su existencia.
Elizabeth B. Grimball (1875-1953), una de las cineastas pioneras afirmaba en una entrevista publicada en 1924: “[el cine] es un juego de hombres, pero eso no me impedirá jugar” (BALLESTEROS 2017). Un ejemplo de la exclusión a la que se han visto sometidas las mujeres, cuando estas quieren participar en actividades exclusivas de los hombres. Lo cierto es que nuestra historia, la historia de las mujeres, hasta hace relativamente pocos años, había quedado al margen. La profesora Margarita Sánchez Romero, especialista en Prehistoria, arqueóloga e investigadora feminista afirma que “la microhistoria tiene como meta principal la de buscar una descripción más realista del comportamiento humano”.
De nuevo “la fuerza de los mitos sociales sobre los sexos” traídos a través del Arte, del “Séptimo Arte” que la sociedad ha visto nacer, crecer y multiplicarse en un proceso lento, con luces y sombras, con defensores y detractores, juicios y polémicas, un fenómeno que, imparable, ha trascendido hasta nuestros días.




[1] Pierre Bourdieu (1930-2002). Ha sido uno de los más destacados representantes de la sociología contemporánea. Influenciado por Michel Foucault, Karl Marx o Émile Durkheim, es considerado como uno de los más destacados representantes de la sociología contemporánea.
[2] “A Circe cinemática” Francisco Ayala García-Duarte (Granada, 1906 - 2009) fue un escritor, narrador, novelista y ensayista, además de traductor, además de un entusiasta defensor de este “nuevo arte” recién incorporado a nuestra cultura.
[3] Tierra y libertad (16 de agosto, 1936, p. 6).
[4] Bajo la misma dirección de Florián Rey, se estrena una nueva versión en 1942, esta vez con Florencia Bécquer (Acacia), Julio Rey de las Heras (Juan de Castilla) y Alicia Romay (Luisa), entre otros, actores de la época, además de los lógicos cambios argumentales que requería el contexto de la dictadura.
[5] Importancia del cinema en la Revolución, Solidaridad Obrera, (2 octubre 1936).
[6] Cf.: IMDB (Base de Datos Internacional de Películas). De esta fuente, y de FILMAFFINITY, son los datos técnicos de las películas tratadas.
[7] También ocurre y ha ocurrido en todos los países, como ocurrió durante la Guerra Civil española como un medio de castigo hacia los republicanos.
 


Aforo: 55 asistentes



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