domingo, 2 de abril de 2023

Mitos 2

Reflexiones sobre los mitos femeninos (II)

Ariadna en el laberinto: «Chicas buenas» VS «Chicas malas»

Son las «chicas malas», las audaces amazonas que rompen todas las reglas sociales los tipos más exitosos para el público (y de paso, más productivas para la industria del cine), como puede ser la Medea clásica de la que beben los diferentes textos tardomedievales y mito revivido de las literaturas ibéricas, como la «Celestina», de Rojas, la «Bernarda Alba», de Lorca, la Medea, de la novela de Elena Soriano o la «Marta» de Sob o olhar de Medeia, de la portuguesa Fiama Hasse. A ellas podemos asociar la «Lady Macbett», de Shakespeare, por poner algunos ejemplos. En esta línea, en la incomparable Afrodita/Venus se han inspirado incontables escritores creando personajes tan poliédricos que abarcan desde la sexualidad más exquisita, como la cortesana «Sónica» de Blasco Ibáñez (Sónica, la Cortesana), hasta el sadomasoquismo de Sacher Masoch y su «Severin» de la Venus de las Pieles, novela adaptada en varias ocasiones para el cine , pasando por la adolescente más incendiaria: la «Lolita» de Navokov, llevada también en varias ocasiones a la gran pantalla  o, en adaptación más moderna la jovencita (Meena Suvari) que encandila al maduro padre (Kevin Spacey) de su amiga en American Beauty (1999); o la rubia más ingenua, como la encarnada por otro mito vivo: Brigitte Bardot en la producción francesa Y Dios creó a la mujer. La actriz, por otra parte, intervino en una adaptación de La Odisea, de Ovidio, en la producción francesa Le Mépris (1963), además de otras películas como Mi hijo Nerón, como «Popea», o en Helena de Troya, dando vida a «Andraste», ambas de 1956.

«Chicas malas» fueron también las amazonas clásicas, tan bien estudiadas por la profesora Liliana Pégolo, y lo siguen siendo las amazonas modernas como la cinematográfica «Lara Croft», a quien da vida Angelina Jolie; o las mujeres artistas, tan ninguneadas y silenciadas durante siglos que intentan, cada una con su propia estrategia, romper ese «techo de cristal» que les impide crecer porque, parafraseando a la profesora Pégolo, para el patriarcado, ese salirse de «la norma» es entendido como una violación a dicha norma. Apenas se les han «permitido» ciertas licencias, como la astucia y la paciencia, utilizadas ambas por la concienzuda Penélope («chica buena») cuyo eco sirvió a Juan Manuel Serrat para su inolvidable «Penélope», personaje llevado al cine ya en películas mudas como Le retour d´Ulisse (1908) de Le Bargy y A. Calmette, con Régina Badet en el papel de Penélope. «Chica mala» fue Cleopatra, llevada al cine en numerosísimas ocasiones, que se reclamaba descendiente otro gran mito histórico: la reina Zenobia de Palmira , sabia y políglota, como la egipcia, y miembro de una saga de reinas extraordinarias como Semíramis, reina de Asiria, de quien dice la leyenda que era hija de una diosa siria llamada Derceto, con rostro de mujer y cuerpo de pez (de nuevo las sirenas); o la britana Boudica, la pelirroja reina de los Icenos, de quien afirma el historiador romano Dión Casio que «poseía una inteligencia mayor que la que generalmente tienen las mujeres». Sobre esta valiente guerrera se han producido películas, desde la época muda, como Boadicea (1927), con Phyllis Neilson-Terry, o más actuales como Boudica: Rise of the Warrior Queen (2018), con Ella Peel, sin contar los documentales y filmes de animación que tienen a Boudica (o Boadicea) como protagonista. El historiador Tácito ha dejado escrito que los romanos azotaron a Boudica y violaron a sus dos hijas, lo que al parecer desató la furia incontenible de la reina, empujándola a luchar contra los invasores. Perdió la guerra y también la vida, aunque esto último fue por propia voluntad: se suicidó con veneno para impedir que la cogieran viva. Su fama llevó a literatos y poetas a componer en su honor. William Cowper, en 1782, por poner un ejemplo, escribió un popular poema, Boadicea, an ode:

When the British warrior queen,

Bleeding from the Roman rods,

Sought, with an indignant mien,

Counsel of her country’s gods…

 

Sin embargo, no sólo indagamos sobre los mitos clásicos, fuente de la que beben mitos posteriores, entre los que hemos espigado personajes «reales» (en el sentido global) y en el que incluimos personajes reales (en el sentido literal); mujeres de la realeza que, a pesar de los inconvenientes relativos a su sexo y, utilizando sus propias estrategias, lograron ser coronadas, como son los casos de Catalina de Rusia,  Zarina y representante por derecho propio del «Despotismo Ilustrado» del siglo XVIII; Leonor de Aquitania, una extraordinaria mujer que rompió moldes y fue una feminista avant la lettre, allá por el Medievo, o María Antonieta, una reina consorte, mal acogida desde su llegada a Francia, y guillotinada durante la Revolución Francesa. Mujeres reales, en este caso consortes ambas de los emperadores romanos Claudio y Nerón, que acabaron asesinadas por orden de sus maridos; Messalina, por orden de Claudio, acusada de adulterio y Popea, a manos del mismo Nerón, o Ana Bolena, segunda esposa de Enrique VIII de Inglaterra, decapitada por el mismo motivo de la primera citada; o el extraordinario caso de Teodora, una actriz y prostituta que llegó a ser Emperatriz de Bizancio, a la que se ha considerado como proto-feminista en atención a las leyes que apoyó en beneficio de las mujeres de su época . Todas ellas pueden considerarse como «chicas malas» de la historia, como también lo fueron aventureras como Carolina Otero, Mata Hari o Lola Montez, que no pertenecieron a la realeza pero que, sin embargo, tuvieron un gran ascendiente sobre cabezas coronadas, en algunos casos, o sobre hombres y políticos influyentes en otros; o mujeres que rompieron normas como la marquesa Luisa Casati, musa de pintores y artistas. A poco que escarbemos en la historia de las mujeres encontramos similitudes, a veces terribles, que se dieron incluso en la realeza, como es el caso de las infelices Juana I de Castilla (1479-1555), hija de la gran Isabel, y Juana de Flandes (1295-1374), ambas casi octogenarias, ambas recluidas ambas en calidad de «locas». La primera estuvo 46 años, más de media vida; la segunda llegó a travestirse de hombre para luchar en las guerras. De ella se ha escrito que «tenía el valor de un hombre y el corazón de un león». Su vida y sus hazañas han sido recogidas por el folklore popular y feministas tan notables como Harriet Taylor Mill recoge su biografía en su obra The Enfranchisement of Women. Varias fuentes coinciden en que pudo influenciar en el mito de Juana de Arco.

 

                                  Rosa María Ballesteros García

                     Vicepresidenta del Ateneo Libre de Benalmádena

                                   “benaltertulias.blogspot.com”

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