domingo, 4 de junio de 2023

Funcionarias

Las mejores para la educación de las peores

 

Iniciamos este artículo con una frase de Manuel Bartolomé Cossío, historiador del arte y pedagogo, sucesor de Giner de los Ríos al frente de la Institución Libre de Enseñanza que decía: (que) “para la educación del peor, los mejores”. Esta frase se la podemos aplicar a la maestra, política y abogada malagueña Victoria Kent (1892-1987), segunda mujer[1] en colegiarse para poder ejercer y la primera en hacerlo en Madrid en 1925 durante la dictadura de Primo de Rivera. Fue también la primera mujer del mundo que ejerció como abogada ante un tribunal militar y una de las tres primeras diputadas durante la Segunda República, junto con Margarita Nelken (PSOE) y Clara Campoamor (PRR). Kent se presentó por el Partido Republicano Radical Socialista (PRRS). Fue también la primera mujer abogada en abrir un bufete especializado en derecho laboral. Su primera juventud estuvo muy influida por sus profesoras en la Escuela de Maestras de Málaga: Suceso Luengo (1864-1931) y Teresa Aspiazu (1862-1941) y por María de Maeztu (1881-1948), directora de la Residencia de Señoritas de Madrid, todas ellas de hondas convicciones feministas.

Con este bagaje no es extraño que el Gobierno provisional de la Segunda República, presidido por Niceto Alcalá-Zamora (1877-1949), la nombrara en 1931 directora general de Prisiones, siguiendo la estela de la primera mujer que lo ejerció en España: Concepción Arenal (1820-1893), que lo había ejercido en 1864[2]. Ambas estuvieron en el cargo un año escaso y ambas fueron destituidas por las insidias y el machismo. Ambas dejaron una honda huella del ejercicio de su cargo en un intento de “humanizar” la vida de las presas. Victoria había sido discípula del eminente abogado socialista Luis Jiménez de Asúa (1889-1970), y su influencia se translucía en el impulso  reformador  de  esta  abogaba  penalista  que  ya  en  1924  se había doctorado con una tesis sobre “La Reforma de las Prisiones”.

Las primeras funcionarias de prisiones

El día 11 de mayo  de  1932  fueron  nombradas  oficialmente  las  treinta  y  cuatro mujeres de la primera promoción del Cuerpo de Prisiones de la historia de España, entre jefes y oficiales. Por primera vez se trataba de funcionarias al servicio del Estado, y no monjas —Hijas de la Caridad—. Esta nueva Sección Auxiliar Femenina del Cuerpo de Prisiones había sido un proyecto personal de Victoria Kent, basado en la nueva corriente correccionalista  europea, un proyecto ilusionante para ella que creía firmemente en los proyectos de la nueva república porque pensaba que ya se daban las condiciones necesarias para implantar un sistema penitenciario moderno, muy alejado de las leyes y reglamentos vigentes hasta ese momento: “con presidios anacrónicos y empleados ayunos de vocación y de formación”. Victoria Kent, demostraba así un humanismo que era fruto de su formación pedagógica: “pedagogía frente al castigo”. Hasta este momento, como ya anticipamos, habían sido monjas adoratrices y oblatas las que   gestionaban, desde 1866, las “galeras” o “casas de corrección” para “delincuentes, pordioseras o prostitutas”. Muchas de estas órdenes religiosas serían recuperadas por la dictadura con el fin de “intensificar valores morales en los establecimientos penitenciarios”.

En 1933 se inauguraría la madrileña prisión de Ventas y las nuevas funcionarias se repartieron en varias prisiones femeninas de Madrid, Barcelona, Valencia y Segovia. Por concurso público, las aspirantes eran mujeres de entre veintisiete y cuarenta y cinco  años. Eran mujeres de clase media cultas, bien cualificadas: “las mejores para la educación  de  las  peores”,  parafraseando de nuevo a  Cossío. Varias eran maestras y las que no poseían títulos tuvieron que someterse a un examen de cultura general. Las aprobadas tuvieron que realizar un cursillo especial de conocimientos penitenciarios en la Escuela de Criminología encabezado por el profesor Jiménez de Asúa, director de Estudios Penales y diputado socialista. Entre las aspirantes aprobadas: Áurea Rubio Villanueva, Julia Trigo Seco, Dolores Freixa Batlle o la granadina Matilde Cantos, colaboradora de Victoria Kent, nombrada subdirectora y administradora de la cárcel de Toreno.

Al estallar la guerra la polarización de estas funcionarias se hizo patente plasmándose en las distintas suertes que tuvieron las de uno u otro bando. Hubo de todo:  Julia Trigo Seco, Carmen Castro o las hermanas Brunete, afectas al nuevo régimen, fueron asimiladas al finalizar la guerra. Por el contrario, las fieles a la República como Purificación de la Aldea, Dolores Freixa, Matilde Revaque, o Isabel Huelgas de Pablo no tendrían tanta suerte. Las dos últimas fueron fusiladas. La granadina Matilde Cantos se escapó a Francia. Un año antes había sido nombrada inspectora general de Prisiones y directora del Instituto de Estudios Penales. Estuvo exiliada en varios países y regresó a España en 1969. En 1998 se publicaron sus memorias Cartas de doña Nadie a don Nadie y en 2008 Antonio Lara publicó una novela basada en su vida titulada La renta del dolor. 

Victoria Kent, tan popular que hasta Celia Gámez, la famosa cantante la nombraba en su famoso chotis “El Pichi” murió en Nueva York exiliada y Jiménez de Asúa, que en 1962 había sido nombrado presidente de la Republica en el exilio, murió en Buenos Aires, Argentina. Solamente Matilde descansa en su tierra.

 

                              Rosa María Ballesteros García

                 Vicepresidenta del Ateneo Libre de Benalmádena

                              “benaltertulia.blogspot.com”



[1] La primera fue Ascensión Chirivella Marín, que se colegió en Valencia en 1922.

[2] El título que ejerció fue el de Visitadora de Prisiones.

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