"ANTE LA INCERTIDUMBRE… CULTURA"
Voy a apropiarme
de unas palabras de las que, hace unos días, tuve el honor de disfrutar, y que
proceden de un gran amigo mío. Las pronunció en una de nuestras charlas, muy
distendidas, sobre la pasión que nos genera los libros y la cultura en general.
Le pregunté qué podíamos sacar en positivo de esta situación de crisis
sanitaria del COVID19, y él me contestó lo siguiente: “¿Te acuerdas de la
Guerra de Irak? Le preguntaron al Secretario de Defensa estadounidense, Donald
Rumsfeld, sobre la vinculación del gobierno de Irak con las supuestas armas de
destrucción masiva. En ese momento, podría haber citado a Sócrates, solo sé que
no sé nada… pero lo que contestó fue una especie de trabalenguas que decía hay
cosas que sabemos que sabemos, otras que sabemos que no sabemos… y otras que no
sabemos que no sabemos. Es una forma de decirte que, en este mundo, azotado
más que nunca por la incertidumbre, no hay certezas absolutas, y lo más
importante es ser consciente de ello.” Os cuento esto porque, al hilo de este
comentario, puedo tener, como única certeza, la solidez de la duda. Y ligo esta
idea a la cultura, fabulándola, como muy bien hace Irene Vallejo en su libro El
infinito en un junco, con el propio junco, que nos enseña que frente a las
soflamas de los convencidos, el verdadero conocimiento, el que perdura, crece
flexible y a tientas, consciente de su fragilidad… el vivo retrato de la
cultura.
Ahora,
más que nunca, la cultura nos está ayudando a llevar esta grave situación de la
mejor manera posible, nos alivia de muchas maneras. Si hay algo que podemos
agradecer al COVID-19, por expresarlo de alguna forma, es que ha puesto en
evidencia, como suelen hacer las crisis, la indispensabilidad de la cultura
para los individuos y las comunidades. En las redes sociales hemos podido
disfrutar de los vídeos alentadores de músicos y artistas de todos los géneros,
de renombre mundial y desconocidos, que han compartido gratuitamente su música
para el provecho de sus vecinos y de millones de personas más a través de las
redes. Muchos emplean su talento artístico para difundir información importante
sobre el COVID-19, tal como la importancia de lavarse las manos adecuadamente y
del distanciamiento social. Hemos visto como comunidades enteras, aisladas en
sus hogares, se han unido para cantar, tocar música, bailar, o incluso
proyectar películas desde las ventanas de sus balcones. Museos, teatros de
ópera, salas de conciertos y otras instituciones culturales, actualmente
cerradas al público, han abierto sus puertas virtuales generosamente,
ofreciendo gratuitamente visitas a sus colecciones y retransmisiones de
espectáculos a través de sus páginas web. Asimismo, bibliotecas y cinetecas han
puesto sus archivos digitales a disposición del público.
En
el supuesto de una “nueva normalidad” (aunque mejor planteado sería una “nueva
realidad”), la cultura deberá jugar un papel fundamental, y si no fuera así,
¿En qué estamos pensando? ¿Qué será de nuestra sociedad? La cultura no es un
adorno de la vida humana, no. Es la esencia de la Humanidad, es lo
paradigmático de ese ser racional que es la persona humana, y lo que lo
diferencia de cualquier otro ser. Es por ello que la cultura no puede quedar
relegada a un puesto subsidiario en la próxima etapa de regeneración que nos
aguarda.
Cuando
llegue el momento de la recomposición social, la cultura no puede estar ajena a
ese proceso, al contrario, deberá ocupar el lugar que le corresponda: el justo
lugar; ni dos pasos más adelante, ni uno más atrás. Así lo esperamos quienes
nos dedicamos a esto profesionalmente, así lo demandan las asociaciones
culturales que se hacen eco de ello, y
así lo necesita la sociedad a la que servimos y de la que formamos parte.
Se
han escuchado voces abogando por la consciencia de que la cultura es
prioritaria, que es fundamental protegerla y ampararla y, desde luego,
considerarla un bien de primera necesidad como ya se ha hecho en otros países
de Europa. Estoy completamente de acuerdo, y así espero que se haga. En estos
momentos la cultura vía digital es la que nos está alimentando el espíritu. No
le demos la espalda. Hay que hacer campaña de promoción para que la gente
vuelva, cuando todo esto pase, a consumir cultura, sea en la normalidad, “nueva
normalidad” o “nueva realidad… la cultura debe seguir viviendo.
Ojalá
que, si por desgracia vienen esos malos tiempos, podamos, quienes tenemos la
capacidad, convencer de que un giro hacia los valores que promueve la cultura
también puede estar en la salida y recuperación. La cultura en tiempos de
crisis está ahí para reconfortar, fíjese la cantidad de manifestaciones que
están surgiendo, es una especie de tsunami cultural, está para formar,
instruir, distraer, y para llevarnos a otros planos del entendimiento. Tiene
una dimensión sanadora. Es una fuerza muy grande. Parece que somos un adorno y
no; en estos días se ve el músculo, la fuerza y la potencia.
Hoy
más que nunca, y parafraseando a la ínclita UNESCO, la gente necesita la
cultura, nos hace más resilientes, nos da esperanza, nos recuerda que no
estamos solos; y aunque nos invada la incertidumbre, estadio muy propio de la
especie humana, la creatividad se mantendrá, en constante equilibro con la duda.
Ésta no morirá nunca, pase lo que pase, porque necesitamos la fantasía, la
imaginación. Eso no va a cambiar. Es posible que el medio de difusión, pero el
mensaje lo crearemos con las mismas claves que cuando usábamos tablillas de
barro para la escritura cuneiforme.
Juan
Manuel Castillo Cerdán
Profesor
de Historia. Colegio Maravillas. Benalmádena.
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