RASTREANDO EL CORONAVIRUS
Ante cualquier agresión lesiva
que nuestro organismo sufre, la primera medida defensiva es apartarse del
elemento agresor y a renglón seguido controlarlo hasta anular su capacidad de
hacernos daño. Hay que aislar por lo tanto a todas las personas afectadas y para
ello, como en cualquier investigación, hay que informarse de quién es nuestro
agresor y de sus hábitos (de dónde viene, cómo vive, cómo daña, etc.) para
poder desarrollar las formas idóneas de combatirlo.
A estas alturas no resulta
interesante la observación sobre su origen (ya muy discutida) pero sí el
conocer que el coronavirus es un virus esférico de 100-160 nanómetros de
diámetro con una doble envuelta lipídica que vive habitualmente en una célula
de nuestro organismo, normalmente en la mucosa orofaringea, a la que se une (y
penetra) mediante una proteína ECA-2 y en la que se reproduce en gran número de
réplicas, causando en el 20% de los
casos infectados problemas pulmonares graves que pueden llevar a la muerte al individuo
en el 5% de estos casos.
El coronavirus está en nosotros y
somos nosotros mismos los que lo transportamos de un lugar a otro. No podemos
verlo, no podemos situarlo en el espacio que nos rodea porque lo llevamos
puesto. Solo lo detectaremos si nos ponemos enfermos aunque afortunadamente en
un gran porcentaje de casos (80%) es asintomático que evidentemente no es lo
mismo que no transmisible y por tanto podemos ser perjudiciales para todos los que nos rodean
sin saberlo nosotros mismos.
Debemos desarrollar la conciencia
de que es responsabilidad nuestra no contagiar a los demás. Lo elemental de
esta idea descansa en que el único arma de que disponemos es la preventiva, es
decir, evitar el contagio adelantándonos a su posibilidad, como así ocurrió durante
el confinamiento, se detuvieron los contactos y se detuvo la infección porque
no había a quien infectar, pero es evidente que la infección sigue activa y nos
toca a nosotros evitar la propagación con nuestras propias medidas personales.
Estas medidas personales,
proclamadas ya hasta la saciedad, son muy simples, muy poco costosas y muy
fáciles de cumplir y están asimiladas por la mayoría de la población. A saber:
mantener una distancia de seguridad entre interlocutores de metro y medio lo
que es habitual en cualquier tipo de reunión medianamente organizada. Para
aumentar esta seguridad se recomienda el uso de mascarillas protectoras. Y por
último aumentar todas las normas de higiene que siempre son muy importantes. Solo
con estas medidas llevadas a cabo con responsabilidad, la pandemia se frenaría
y quedaría controlada aunque no desaparecería. Para hacerla desaparecer
necesitamos un tratamiento eficaz que anule al virus o que consiga que éste
respete nuestro organismo.
A falta de este tratamiento
eficaz, la única medida posible es la detección
del virus a través de la detección y seguimiento de las personas contagiadas, y
sobre todo de las personas que a su vez hayan contactado previamente con las
contagiadas, para evitar que contagien a más personas, obligándoles a un
confinamiento preventivo hasta que pase el periodo de contagiosidad. Esta labor
es la que se llama de rastreo del virus que es de eficacia científicamente
probada y de la máxima importancia en el momento actual, y sus protagonistas
son los rastreadores, personal sanitario capacitado para ello y que son
necesarios en número de uno por cada tres mil habitantes.
Su labor consiste en seleccionar
a las personas susceptibles de haber sido contagiadas por haber estado en
contacto con un positivo durante más de 15 minutos, esto significa tener que
entrevistar a unas cien personas por contagiado en un rastreo manual que puede
beneficiarse, mejorarse y aumentarse a
través del contacto telefónico.
También puede beneficiarse de medidas
que la tecnología moderna nos facilita a través del desarrollo de apps
(aplicaciones para móviles) que almacenan los datos que facilitan los
portadores (un positivo en diagnóstico) en relación a sus actividades
habituales y las medidas de prevención que deben de adoptar. Una ampliación
posible de estas medidas nos facilita mediante las técnicas de Bluethoot el
aviso previo ante la proximidad de una persona que puede contagiar a fin de permitirnos
tomar medidas precautorias, es decir, nos alertan de las posibilidades de
riesgo y de las precauciones a tomar.
Para todo ello se requiere la
colaboración ciudadana libre y aceptada. Estas técnicas de seguimiento
requieren conjugar trazabilidad, eficacia y privacidad que se pueden conseguir
con sistemas de código abierto con capacidad de ser auditadas públicamente
garantizando la anonimidad y la privacidad (estándares éticos y democráticos
imprescindibles) que impidan la instauración de una sociedad orweliana de la
vigilancia digitalizada.
Jesús Lobillo Ríos
Presidente del Ateneo Libre de
Benalmádena
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