Cuando acaba el año es común llenarse de deseos de dejar
atrás aspectos nuestros que no nos gustan. Se hacen listas de empeños por
satisfacer y todo con una facilidad endulzada con luces por doquier. Yo,
reconozco que hace años que estoy lejos de ese ímpetu a fecha establecida.
Cambiar un hábito no es tan fácil. Un error común es
intentar cambiar varias cosas a la vez. Ya es titánico cambiar una cosa,
cambiar más de una se me antoja imposible. Así es mejor centrarse en superar solo
un mal hábito. Hecho esto, hay que pensar que las costumbres no cambian de un
día para otro, se necesita tiempo y paciencia, una hermosa y muy antigua
palabra, denostada en estos tiempos de recompensa cercana. La escalera es alta,
pero se sube peldaño a peldaño, sin mirar demasiado la altura del final para no
caer en el cansancio prematuro.
Una razón para el fracaso es que el motivo principal para
cambiar no es lo suficientemente fuerte. A veces un susto a modo de enfermedad,
otras la corrosiva infelicidad que ya no se soporta, pero siempre tiene que ser
un motivo poderoso, pues eso es la energía que sustenta el cambio. A veces
vencer un mal hábito se expande a otros aspectos de la cotidianidad y resulta
que no solo es un aislado movimiento, sino que va más allá. Y entonces surge la
verdadera pregunta: ¿quiero cambiar de verdad?
A veces en mi trabajo diario le digo a los pacientes que
hagan ejercicio para calmar su dolor, y le estoy hablando a personas que nunca
han hecho ejercicio en sus vidas. ¿Cómo convencer a personas que nunca han
hecho una cosa para que la hagan, en el tiempo de escasos minutos? Realmente
las personas que siguen haciendo ejercicios después de unos días de furor son
muy pocas. Y es que el motivo no te lo da alguien que te habla, sino que se
saca de las entrañas de cada uno.
Pero a pesar de las dificultades hay un porcentaje,
aunque pequeño, de personas que consiguen sus deseos y para eso se necesita una
característica especial: voluntad y saber que una recaída no es desilusionante
sino más motivadora si cabe. No somos piezas perfectas, sino seres humanos. Y
en todos los casos hay una compensación final, que es la inmensa satisfacción
de haberlo conseguido, lo cual aumenta la confianza en uno mismo.
Todo lo anterior me hace pensar en la necesidad de
ralentizar el tiempo, reflexionar, intentar cambiar lo cambiable, pero no a
fecha fija, sino en cualquier momento, porque si no, es la propia vida la que
te pone fecha y casi siempre de forma no deseada.
Francisco Marín Urrutia
Ldo. En Medicina y especializado en Rehabilitación
EL ATENEO LIBRE DE BENALMÁDENA
“benaltertulias.blogspot.com”
“ateneolibredebenalmadena.com”
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