viernes, 6 de mayo de 2022

Tertulia del 11 de mayo de 2022




 Aventuras y desventuras de una exploradora molecular

Francisca Sánchez Jiménez

 

“The real scientist is ready to bear privation and, if need be, starvation rather than let anyone dictate to him which direction his work must take”.

Albert Szent-Gyorgyi (1893-1986)

Premio Nobel de Medicina

 

En la segunda mitad del siglo XX, una serie de descubrimientos revolucionaron el modo de entender la vida y la muerte, por ejemplo, el conocimiento de las moléculas responsables de la herencia genética y su expresión, así como su regulación y desregulación. A esto último le llamamos “enfermedad”. Los jóvenes que vivimos el comienzo de esta nueva era de la Ciencia, hoy tenemos alrededor de 65 años. La curiosidad humana innata, sumada al espíritu renovador de los jóvenes de aquellos tiempos, hizo que a muchos de nosotros nos fascinaran los nuevos caminos por explorar que se abrían en biomedicina y otros campos de la biología, en general. Y comenzamos a caminar por esos senderos con el objetivo fundamental de conocer mejor la vida, desde los elementos que la componen (moléculas) hasta las interrelaciones del ser vivo con su entorno, y además controlar y solucionar los errores que puedan surgir en la cadena creciente en complejidad que va desde las moléculas, a las células, que se organizan en tejidos, órganos y organismos, cuyo funcionamiento depende en gran medida también de las relaciones del ser vivo con el entorno. Este camino es sin duda apasionante, lo que no quiere decir fácil. La vida de un investigador es una montaña rusa siempre, pero más arriesgada en aquellos países que no consideran a la investigación una prioridad, ni programan su economía con perspectiva de futuro. A estas dificultades, pueden sumarse algunos hábitos sociales inapropiados para aprovechar todo el potencial humano de crecer en iniciativas y realidades I+D (que es mucho en nuestro país).

A las dificultades generales de la investigación, las mujeres con vocación científica han sentido una presión extra siempre, aunque afortunadamente está perdiendo intensidad lenta pero progresivamente. Esa presión podía venir del temor propio o familiar a romper estereotipos sobre los papeles asignados a hombres y mujeres en la sociedad, de la falta de confianza en las capacidades de las féminas, de las dificultades para la conciliación de horarios en casos de parejas con hijos, o simplemente de la falta de raciocinio de los que provocan y ejercen la presión y la marginación. Durante la charla, analizaremos estos aspectos desde la perspectiva y la experiencia de quien, a pesar de todas las dificultades, ha vivido y disfrutado muchísimo de la “montaña rusa de la ciencia” durante este último medio siglo, habiendo conseguido ser una “exploradora molecular”; un oficio no solo apasionante, sino absolutamente esencial para un futuro próspero de la sociedad.

 



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