domingo, 19 de marzo de 2023

Mitos 1

Reflexiones sobre los mitos femeninos (I)

Ariadna en el laberinto: «Chicas buenas» VS «Chicas malas»

Ariadna puso en la mano de Teseo un hilo que lo guio por el laberinto. Con esta astuta estrategia el amado acabó con el monstruo y pudo regresar a sus brazos. A través de nuestro hilo particular, nos adentraremos en el profundo misterio que nos liga a los mitos, mitos femeninos en general desconocidos, pero siempre presentes en el imaginario colectivo transmitidos por el cine, la literatura y otros medios, rememorando mitos como es el travestismo como estrategia de engaño, del que nos ocupamos más adelante. Actrices que subvirtieron el orden travistiéndose en los escenarios, como es el caso de la actriz francesa Virginie Déjazet (1798-1875), representando a personajes de la época como Richelieu, Voltaire o Rousseau. En nuestro cine nacional, por citar algún caso, recordamos a los actores López Vázquez (Mi querida señorita, 1971) o José Sacristán (Un hombre llamado Flor de Otoño, 1978); o actrices travestidas como Esperanza Roy (La monja alférez, 1987) o Blanca Portillo dando vida al inquisidor Rodrigo Bocanegra (Alatriste, 2006). En el teatro, el travestismo de las actrices era menos frecuente que el de los hombres, que ya lo utilizaban en el teatro cásico griego (a las mujeres les estaba prohibido actuar). En el siglo XIX, Sarah Bernhardt sorprendió encarnando a Hamlet y la española Margarita Xirgu hizo lo mismo en 1937. Son algunos ejemplos.

A través de todo ello nos percatamos de la pervivencia del peso del poder patriarcal, con todas las formas de dominación, así como de ciertas conductas, culturalmente estigmatizadas, al menos en nuestra cultura occidental, al mismo tiempo que se consideran «normalizadas» por el peso del poder. Estas son fácilmente detectables en conductas, tan poco edificantes, como el bestialismo: como el reiterado transformismo (para acceder fraudulentamente a su víctima) de Zeus (de nuevo volvemos a los orígenes). Entre sus muchos «disfraces»: bajo el aspecto de un toro para poseer a Europa; en cisne para hacer lo propio con Leda o en sátiro para seducir a Antíope: todas ellas simples mortales. Al parecer, siendo hembras, y deseadas, no importaba el estatus (divino o humano), porque también sedujo, por sólo citar otro ejemplo, a la divina Hera, que le había rechazado reiteradamente (durante trescientos años), esta vez para hacerlo en forma de pájaro. Aquí no termina todo, porque el muy ladino consigue a Alcmena travistiéndose como su marido, Anfitrión, y a su vez a Danae a través de una sofisticada lluvia de oro.

El caso de Sémele es un poco más complejo: era una joven mortal que había sido seducida por el dios, del que había quedado embarazada. La esposa de Zeus, Hera, celosa, convenció a la joven que le pidiera que se le manifestase en la plenitud de su gloria, consciente de que el adúltero le había prometido a la joven concederle todo lo que le pidiera. Zeus intentó disuadirla, pero ella reiteró su deseo. Efectivamente, Zeus se manifestó en todo su esplendor, esto es, envuelto en una nube ardiendo. Como consecuencia, la desgraciada joven murió carbonizada y Zeus, para salvar al hijo nonato (Dionisio), lo injertó en su propio muslo hasta que llegó la hora de «dar a luz». Nos encontramos, pues, ante un primer caso conocido de «¿muslo de alquiler?».

Hecho este jocoso inciso, y para completar esta particular colección, Zeus rapta al bello Ganímedes y lo convierte en su copero real y a una bella sirena, Eurínome, haciéndola madre de las tres Gracias. Son algunos de sus engaños y de sus trucos, trucos que compartirá también Thor, el dios supremo de la mitología nórdica quien, asesorado por Floki, se vistió como Freya para conseguir el martillo que le habían robado los gigantes. Floki, el inteligentísimo, que engañaba a quien se le pusiera por delante, considerado como el campeón del engaño y el transformismo: en yegua para aparearse con pura sangre y engendrar un hijo, o también en salmón, en pájaro o en mosca. De él se han recogido las más curiosas leyendas, como que se convertía en foca; que, en cierta ocasión, después de comer el corazón de una mujer a medio asar, dio a luz a un monstruo cuyo nombre no es mencionado, o que engendró hijos con los más extraños seres, como la ogresa Angerboda, una doncella monstruosa, medio blanca y medio negra azulada, con quien compartió paternidad de la que nacieron el lobo Fenrir, la serpiente marina Midgard o Hela, diosa de los muertos. A Loki se asocia al engañoso Hermes y a Prometeo, que engañó a los dioses robándoles el fuego sagrado.

No podíamos obviar otras «particularidades» de estos personajes como pueden ser la endogamia o las relaciones incestuosas, muy presentes en la biografía de varios de los dioses de los antiguos panteones divinos. Son reiteradas las relaciones incestuosas que Zeus mantuvo con varias deidades como Démeter, Ceres, Perséfone o la ya citada Hera; esta última, esposa, además de hermana. También otras deidades siguen el ejemplo, como es el caso de Urano, hijo de Gea, que se convirtió en amante de ésta; o Cronos, que se casó con su hermana Rea. Posteriormente otras mitologías, como la también milenaria egipcia, continúan con la tradición con los hermanos/esposos Isis y Osiris, que continúa con los humanos faraones y la tradición de casarse entre hermanos, ya que se consideraba un comportamiento propio de las divinidades para mantener la pureza de sangre (caso de Cleopatra). Son sólo algunos ejemplos, entre otras muchas tradiciones análogas, del acervo de otras tantas mitologías universales.

Otro caso interesante que encontramos es el levirato, un tipo de matrimonio entre una mujer viuda, que no ha tenido hijos, y que es obligada a casarse con uno sus cuñados (hermanos del fallecido). Es propio de una sociedad endogámica, basada en clanes, en donde está prohibido el matrimonio exogámico, es decir fuera del clan; un modelo que es retomado por Shakespeare para elaborar su Hamlet (enlace de una viuda, Gertrudis, con el cuñado, Claudio)  o en ejemplos más cercanos en el tiempo y el espacio, en ambos casos estudiados desde la antropología del parentesco, en novelas como La tía Tula (Aurora Bautista y Carlos Estrada) de nuestro Miguel de Unamuno o La esfinge maragata (Paquita de Ronda y Luis Peña), de Concha Espina. Son ejemplos de cómo los mitos están presentes y muy vivos, tan vivos como el mito de Fedra, presente en la novelada Pepita Jiménez (Rosita Díaz Gimeno y Ricardo Montalbán), de Valera, todas ellas llevadas al cine.  Mito, por otra parte, que encontramos en la vida real de la escritora francesa Colette, convertida en amante de su hijastro, Bertand de Jouvenel. Si del padre, su ex marido, fue su «negra» literaria, del hijo fue maestra de escritor. De estas experiencias desarrolló dos de sus más famosas novelas: Chéri y Le Blé en herbe, llevadas a la pantalla por actrices como Michelle Pfeiffer y Marcelle Chantal, respectivamente.

 

 

                                Rosa María Ballesteros García

                    Vicepresidenta del Ateneo Libre de Benalmádena

                                  “benaltertulias.blogspot.com”


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