CLAUDE
MONET
PINTOR, IMPRESIONISTA EN LA VANGUARDIA DEL SIGLO XX
El paso del siglo XIX al XX
supone un cambio profundo de las concepciones artísticas. La rigidez de las
nuevas reglas aportadas, dada la exactitud de los recién adquiridos
conocimientos científicos, pretenden mantener encerradas y constreñidas las
tendencias del arte, que para zafarse huye
de las formas estables, sólidas y pasivas, para pasar de ver la naturaleza “a
expresarla”(en palabras de Delacroix), descubriendo el mar, el agua, el humo y
todo lo intangible. Claude Monet es el indiscutible representante de esta
transformación.
Nace en París en 1840 pero pasa
enseguida a vivir en El Havre en donde su padre tenía una tienda de
comestibles. Haciendo el bachillerato comenzó ya a realizar caricaturas con las
que se hizo un nombre (cobraba hasta 20 francos por cada una) que le
permitieron conocer a Eugene Boudin, quien le animó a ampliar sus posibilidades
en París a donde llegó con 19 años (1859) pero en lugar de asistir a un taller oficial,
como le habían recomendado, se inscribe en la Academia Suiza, privada, en donde
los alumnos trabajan a su aire, visitando simultáneamente la cercana escuela de
Barbizon en la que los discípulos prefieren el paisajismo y la luz. Todo ello
le conllevó trastornos económicos al enfrentarse a su familia, además de ser
llamado para su servicio militar obligatorio, que evitó en su mayor parte al
contraer fiebres tifoideas en Argelia, de forma que un par de años más tarde
está dedicado al paisajismo con el neerlandés J. B. Jondking.
La tendencia a pintar al aire
libre (“plein air” en francés), se inicia un par de siglos antes cuando se constituye
como una fase preparatoria para el aprendizaje de la realización de paisajes
completos, que terminan convirtiéndose en un “motivo” de la pintura, costumbre
que lleva a los pintores a visitar Italia, hasta que este motivo se traslada al
Sena y a la región de Normandía en donde años más tarde confluirían Monet,
Corot, Jongkind, y Boudin que convierten a esta forma de pintar en todo un
estilo propio, algo que fue facilitado por la aparición en el mercado de los
caballetes plegables, marcos y materiales más ligeros y sobre todo la aparición
del tubito de metal con tapón de rosca para llevar nuevos colores más luminosos
y estables.
En la década de los sesenta Monet
comienza a introducir figuras en sus cuadros, es decir, comienza a
alejarse del realismo. Pinta “El
Desayuno” y “el Almuerzo sobre la hierba” utilizando como modelo a Camille
Doncieux con la que termina casándose y teniendo dos hijos. Más tarde, a la
muerte de Camille en un parto, se uniría a Alice Hochedé, viuda de un
marchante, que tenía seis hijos. Cautivado por la costa normanda pintó
repetidamente los acantilados de Étretat. Realiza diversas exposiciones con
pintores amigos aunque no tiene éxito económico hasta que el mercado de sus
cuadros se abre a los EEUU de la mano de su marchante Duran-Ruel con el que
también tuvo diferencias.
En la década de los setenta está
totalmente dedicado al “impresionismo” con un grupo de amigos, Cezanne, Colin,
Debras, Degas, Latouche, etc., realizando su primera exposición en 1874 en el
atelier del fotógrafo Nadar en el
Boulevard de Capucines en París donde destaca su cuadro “Impresión: el sol
naciente” que da nombre al conjunto, y que había pintado dos años antes en El
Havre.
Monet trata de pintar la
instantaneidad, la envoltura, la luz y
el aire y se lanza en cuerpo y alma a
pintar las series como la de los almiares, que permiten estudiar el contraluz a
distintas horas del día. Y después los álamos en los que encuentra una
composición más dinámica. Y la serie de la Catedral de Ruan, treinta cuadros en
los que apreciamos la luz a distintas horas del día y en los que lo menos
importante es la catedral.
Viaja a Londres donde descubre la
niebla del Támesis que reflejará en un centenar de cuadros, hasta que en la
década de los noventa adquiere la propiedad de Giverny en la que prepara su
propio jardín y sus motivos. De aquí surgen la maravillosa e interminable serie
de los nenúfares, las ninfeas, las glicinias, los agapantos, iris etc., y el
inmortalizado puente japonés que mandó construir. Todavía en 1908 viajó a
Venecia que dio lugar a otra serie de cuadros.
En 1908 comienza sentir que
pierde la vista a causa de unas cataratas que no se operaria hasta 1923 (y de
un solo ojo), y comienza de nuevo a pintar aunque fuertemente deprimido por la
muerte de su segunda esposa y de su hijo, mayor, hasta que fallece en Giverny
en 1926.
La obra de Monet es considerada
como la máxima expresión del impresionismo elevado a sus más alta consideraciones,
siempre pinta al aire libre, sin huellas de taller alguno, bajo la luz directa
del sol, plasmó sus efectos sobre los objetos, sus vibraciones, por lo que su
pintura resulta vital y llena de armonía. Como afirmó el propio pintor: “el
motivo es para mí absolutamente secundario, lo que quiero representar es lo que
existe entre el motivo y yo”.
Las obras de Claude Monet pueden
verse y admirarse habitualmente en el Museo Marmottan Monet de Paris, y ocasionalmente
en las exposiciones monográficas exhibidas en otras capitales.
Jesús Lobillo Ríos
Presidente del
Ateneo Libre de Benalmádena
“benaltertulias.blogspot.com”
Bibliografía.
I.F. Walther.-“El impresionismo”.
Taschen 1997
Sarah Belmont.-“El plein aire. La
pintura en movimiento” Catálogo Exp. Monet. Madrid 2023.
Pierre Pinchon.-“Luchar con la luz. Monet ante el
fotómetro”. Idem.
Paul Hayes Tucker.-“Monet en la
década de 1870”. Catálogo Exposición Monet Madrid 1986
F. Calvo Serraller.-“La novela de
Monet”. Idem.
No hay comentarios:
Publicar un comentario