Miguel Morayta: Un manchego en el cine
mexicano
Afirmaba el historiador mexicano Jorge
Chaumel que «no se podría entender el cine mexicano sin Buñuel, Alcoriza o Velo››.
Los tres directores españoles llegaron a México, como tantos otros españoles
exiliados, huyendo de la barbarie de nuestra Guerra Civil. Buñuel llegó a
México en 1946, tras haber huido de España y de Estados Unidos, donde fue
acusado de comunista en pleno macartismo. En México desarrolló una de las
etapas más reconocidas de su carrera como director; Luis Alcoriza, colaborador
con Buñuel en muchas de sus películas, fue también actor de teatro y cine; posteriormente
pasó a guionista cinematográfico. Colaborador también de Buñuel fue Carlos
Velo, como documentalista y guionista. Llegó a ser director del Noticiero
Mexicano EMA. En 1944 ganó, como coguionista, un Premio Ariel por Entre
hermanos, película donde intervienen dos exiliadas españolas, la valenciana
Anita Blanch y una niña malagueña que se convertiría en una estrella nacional:
Alicia Rodríguez. Fueron miles los profesionales y artistas españoles, quienes
a bordo de buques de nombres tan exóticos como «Sinaia››, «Ipanema›› o «Mexique››
arribaron a México, principal país de acogida, presidido en aquellos años por el
socialista Lázaro Cárdenas.
Nuestro biografiado, Miguel
Morayta Martínez, llegó finalmente en 1941 al puerto mexicano de Veracruz en un
barco portugués, como afirma su biógrafo Domingo Ruiz, aunque sobre esta
cuestión existen discrepancias. Según unas fuentes, Morayta estaba de
vacaciones en Tánger cuando estalló la rebelión militar, por lo que decidió
emigrar a América. Otras, por el contrario, afirman (basándose en entrevistas realizadas
por Ruiz en México) que estuvo luchando con el ejército republicano hasta
octubre de 1939, fecha en la que salió acompañando a los exiliados que huían a
Francia, y que él mismo fue a parar a un campo de concentración donde tuvo la
suerte de encontrarse con un fotógrafo alemán, viejo amigo, y aficionado al
cine como él, que lo salvó de ser fusilado. Este amigo era entonces comandante
de la Gestapo. Morayta, de profesión militar, ejerció también como jefe de
publicidad de la distribuidora «Renacimiento Films››.
Miguel Morayta Martínez,
hijo y nieto de una ilustre saga de políticos republicanos y masones, nació en 1907
en el pueblo manchego de Villahermosa (Ciudad Real). Por parte de madre era
sobrino segundo del general Franco. Su familia paterna, su padre Francisco Morayta,
era médico, diputado y presidente de la Diputación de Ciudad Real; su abuelo
Miguel Morayta Sagrario, también diputado por Valencia y Madrid, catedrático,
masón y anticlerical (fue excomulgado por 43 obispos). Nuestro biografiado cursó
estudios en Toledo y en la academia militar de Segovia, donde se preparó en
ingeniería y artillería. Durante la dictadura de Primo de Rivera, en Ciudad
Real, participó en 1929 en el levantamiento contra la dictadura. Cuando estalla
la Guerra Civil era agregado militar en Tánger. Sirvió a la República ocupando
puestos relevantes durante toda la contienda. También colaboró en el Frente de
Cataluña y tras la derrota del bando republicano se vio obligado a refugiarse
en Francia, como ya adelantamos, donde estuvo a punto de morir a manos de los
nazis en un campo de concentración.
En México desarrolló
una importantísima carrera en la industria cinematográfica, interviniendo en
cerca de un centenar de películas como director o guionista. Debutó en 1943 con
la película Caminito alegre en la que intervinieron los exiliados Ángel
Garasa e Isabelita Blanch. Entre sus películas más conocidas destacan: El
mártir del calvario, Joselito vagabundo, Detectives o ladrones, Cara de
ángel, Amor perdido, ¡Ay pena, penita, pena!, ¡Ay, Jalisco, ¡no te rajes! Su
último largometraje fue El Sonámbulo y su última participación
cinematográfica fue a la edad de 70 años con Los Amantes Fríos en 1977.
Participó en diferentes coproducciones, con artistas españoles como Lola Flores
(Pena. Penita, pena, 1953), Carmen Sevilla (La guerrillera de Pancho
Villa, 1969), Pili y Mili (Princesa o vagabunda, 1969) o su paisana
Sara Montiel. (Ella, Lucifer y yo, 1953).
En la década de los
ochenta Morayta jugó un papel relevante en el cine mexicano con su participación
en los Estudios Churubusco, y en el Sindicato de Trabajadores de la Producción
Cinematográfica y de la Sociedad General de Escritores de México (SOGEM). En
1988, la Sociedad Mexicana de Directores-Realizadores de Obras Audiovisuales,
le otorgó la Medalla de Oro al Mérito como Director por sus 50 años de carrera.
El cineasta manchego,
al que le gustaba hacer películas divertidas, es considerado como uno de los
máximos exponentes de la Época de Oro del cine mexicano. Murió en México a la
edad de 105 años, lejos de su tierra, pero siempre recordándola. Un detalle: a
su perro le llamaba «Mancha››.
Fueron muchos, y muy
importante su participación en la industria del dine de aquel país,
especialmente en la conocida como «Época de Oro›› (1936-1956), exiliados como los
músicos Antonio Díaz Conde, colaborador en varias películas de Emilio («Indio››)
Fernández (Maclovia, La perla, Pueblerina) o Roberto
Gavaldón (Las tres perfectas casadas), Rodolfo Halffter (Los
olvidados, La guerra de los pasteles) o Gustavo Pittaluga (Subida al cielo, Los
olvidados); escenógrafos como Manuel Fontanals o Vicente Petit; guionistas
como Manuel Altolaguirre, Max Aub, Álvaro Custodio, Paulino Masip o Jaime
Salvador en varias películas de «Cantinflas››, quien dijo en alguna ocasión que
«en 1944, los refugiados conformaban equipos profesionales de cine que
colaboraban en multitud de películas››, si bien, por otra parte, estos
profesionales españoles no lo tuvieron nada fácil al tener que enfrentarse a la
política proteccionista de los
sindicatos y el control oficialista las estructuras administrativas del país,
pues el gobierno de acogida ofreció su asilo a condición de que no hicieran
política activa.
Los exiliados que
llegaron tuvieron la fortuna de hacerlo en un momento en que la industria del
cine mexicano vivía lo que ya comentamos como una edad de oro, favorecida,
entre otros factores, por la Segunda Guerra Mundial que, al entrar EU, líder
indiscutible de la producción cinematográfica mundial, tuvo que reducir el
gasto al tener que invertir su principal presupuesto en materia armamentística.
México, al mantenerse neutral pudo invertir en su propia industria y su
posterior exportación.
Desde aquí nuestro
reconocimiento a tantas actrices y actores que tuvieron que dejar su país y a
sus familias, en muchos casos, como Isabel Blanch, Manuel Noriega, Amparo Morillo,
Ángel Garasa, Germán Robles («el Drácula mexicano››), Conchita y María Gentil
Arcos, Prudencia Grifell, Consuelo Guerrero, Emilia Guiú, María Conesa, Manola Saavedra,
Alicia Rodríguez o Pituca de Foronda
Rosa
M. Ballesteros García
Vicepresidenta del
Ateneo Libre de Benalmádena
“benaltertulias.blogspot.com”
Recomendado:
Jorge
Chaumel (1015): «El exilio cinematográfico republicano en México››, Laberintos:
revista de estudios sobre los exilios culturales españoles, Nº. 17, pp.
125-149.
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