ELOGIO DE LA CONDUCTA
Entre las muchas plagas o
epidemias habidas en la historia de la humanidad, cabe destacar la
ocurrida en el siglo VI, durante el
reinado del emperador Constantino, entre los años 541 y 543, la “peste negra”, una
plaga provocada por la cólera divina como consecuencia de los pecados de la
humanidad, produjo la muerte de un tercio de la población. Los modernos
estudios genéticos sitúan su origen en China.
En el siglo XVII, desde 1646 y
hasta 1653 este azote volvió a la populosa ciudad de Sevilla causando 60.000 víctimas, el 46% de la
población, entre ellos la familia del pintor Bartolomé Esteban Murillo, que a
falta de un testimonio de la hecatombe, nos dejó pintados como deliciosos
angelitos a sus hijos víctimas de la enfermedad. Este huésped inesperado,
desconocido y fatal que afectaba tanto a los pobres como a los ricos, se
suponía originado por los “miasmas” o elementos que se desprendían de los
restos en putrefacción. Su origen se situó en Uzbekistan (Asia)
En el siglo XVIII, tuvo lugar
otro brote identificado entonces como peste bubónica debido a la bacteria
“yersinia pestis” que se transmite por la picadura de las pulgas que habitan en
los roedores y que son sensibles a la antibioterapia. Su testimonio mejor
conocido nos lo dejó el escritor francés Albert Camus en su obra “La peste”
publicada en 1947.
La actual pandemia conocida como
covid-19, tiene su origen en China, en un virus perfectamente identificado como
el SARS-Cov-2, que se transmite fácilmente por vía aérea cuando un paciente infectado
tose o estornuda. Lleva a su cargo un cuarto de millón de defunciones en seis
meses de evolución.
Frente a las imágenes de
destrucción, ruina y desolación de las pandemias precedentes que cursaban con
un evidente temor a la muerte, la actual se vive socialmente como una
experiencia nueva, distinta, como una representación teatral aséptica que
entendemos y comprendemos pero que no termina de involucrarnos.
No existen cadáveres en las
calles, no existen destrucciones urbanas, no hay asaltos ni pillerías, solo
relación de multados por indisciplina. Tampoco existe la idea de plaga o de
castigo decretada por un poder omnipotente porque ya hemos entendido que
rezando no podemos curar nada, sino atendiendo a las normas que la experiencia
nos ha enseñado y que todos cumplimos con devoción.
El mundo sigue funcionando a
través de las noticias y de las redes sociales. La imagen es de quietud,
estática, de relajación. Algo está pasando y esperamos a que nos cuenten el
final. Todos los ejemplos habituales de estas situaciones ya han sucedido o
están sucediendo: la generosidad, el altruismo, el desprendimiento, la
filantropía, el amor. Y también la avaricia, el odio y la misantropía. Todo nos
lo van contando pero aderezado de forma que solo tengamos que aplaudir.
El reverso de este mundo
prefabricado está en la facilidad con que la economía se ha venido abajo, intentando que su caída también sea lo
suficientemente controlada como para que los lastimados no se noten o se noten
lo menos posible.
Solo existe un reducto en el que se
mantienen las recias virtudes patrias, en donde se cuidan más las formas que el
fondo y en el que la ficción supera a la realidad, y es en nuestra vida parlamentaria en la que, como le
ocurría a D. Quijote de la Mancha que mantenía en sus funciones su armadura
completa pese al calor reinante, nuestros parlamentarios, revestidos de una
ideología impoluta e inoperante, siguen cabalgando sin parar mientes en la
realidad, combatiendo al enemigo, que no adversario, y atentos a la aparición
de los próximos molinos de viento.
Jesús Lobillo Ríos
Presidente del Ateneo Libre de
Benalmádena
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