LA BELLA OTERO: RETRATO DE UN MITO
Rosa Mª Ballesteros García
rosaballesterosgarcia@gmail.com
Según sus propias palabras: «He sido esclava de mis
pasiones, no de los hombres». Quien esto dijo se llamaba Agustina del Carmen
Otero Iglesias, aunque es más conocida como Carolina Otero o La Bella Otero. Murió
en Niza en 1965.
Sus biografías la describen como una bailarina,
cantante y actriz, aunque se pone el acento en otro «arte» suyo muy particular:
su éxito como cortesana ―algunas fuentes aluden directamente a la prostitución,
básica, en sus primeros momentos, para ascender progresivamente hasta alcanzar
la categoría de lujo―. No es una opinión gratuita. Se dice que Carolina llegó a
seducir a personajes de la realeza como Guillermo II de Alemania, Nicolás II de
Rusia, Leopoldo II de Bélgica, Alfonso XIII de España, el británico Eduardo VII
o políticos como el Primer Ministro francés y Nobel de la Paz Aristide Briand,
con quien por cierto tuvo una relación entrañable hasta la muerte de éste.
Para una parvenue
extranjera, su triunfo fue espectacular al tener que competir con una pléyade
de bellas libertinas como Liane de Pougy (1869-1950)[1],
de raíces españolas por parte de madre; Emilienne d’Alençon (1869-1946),
bailarina de cabaret y gran cortesana (una
de las «Tres Gracias» de la Belle Époque, junto a la Otero y Liane de Pougy);
la también estrella de Folies Bergère Cléo de Mérode[2] o divas
como Lina Cavalieri (1874-1944), frecuentemente citada como «la mujer más bella
del mundo»[3] o Virginia
Oldoini (1837-1899), conocida como «La perla de Italia» y Condesa de
Castiglione. Aristócrata y agente encubierta italiana, fue celestinescamente
utilizada para enamorar al emperador Napoleón III de Francia. Algunas fuentes
apuntan su influencia sobre éste para la unificación italiana. Rivalizando con
todas ellas, como adelantamos, con mucho mérito, porque solo le acompañaba su
gran belleza, Otero llegó a reunir una fabulosa fortuna que, debido a la
ludopatía que padecía, fue dilapidando en los casinos de Niza o Montecarlo
hasta reducir su existencia a la casi indigencia, paliada gracias a una
generosa pensión de este último casino en el que había enterrado, año tras año,
su fabulosa fortuna.
Sin embargo, el origen social de esta campesina
gallega, con una educación muy elemental, casi iletrada, no aventuraba la
fastuosa vida que llevó durante tantos años. Fue hija de madre soltera y de un
marino griego. Tuvo varios hermanos y una hermana gemela y, para mayor desgracia,
su infancia se vio truncada tras ser violada con apenas once años, cuestión
esta que fue determinante para su vida porque le impidió ser madre. Tras el
asalto sexual Carolina huyó de su pueblo, se cambió de nombre y se embarcó en
una compañía portuguesa de cómicos ambulantes, una ocupación que, según alguna
fuente, no duró mucho tiempo, por lo que tuvo que ejercer diferentes oficios
que, dada su escasa preparación fueron forzosamente humildes. Fue en ocasiones
bailarina en locales de baja estofa y prostituta ocasional. No tenía especial
talento, pero sí desparpajo y belleza, así que tuvo que echar mano de estos
dones naturales para sobrevivir sola en aquella temible jungla. Muy pronto le
salieron propuestas: un banquero la promocionó como bailarina y la llevó a
Francia, país en el que llegaría a triunfar, como ya adelantamos, gracias a su
belleza. Muy pronto comenzó a forjar su propio mito, travistiéndose como una
andaluza de origen gitano, muy al gusto exótico de la época. Muchos de esos
mitos han perdurado hasta nuestros días.
Carolina, ya bien asentada, amplió su campo de acción
actuando fuera de Europa en giras como bailarina exótica consiguiendo fama
internacional. Trabajó también como actriz de cine mudo en la producción
italiana: L'autunno dell'amore, 1918,
de Gennaro Righelli, estrenada en España al año siguiente. Llegó a representar Carmen de Bizet o piezas teatrales como Nuit de Nöel. Países americanos como Argentina o Cuba, ciudades como Nueva York o destinos
exóticos como Rusia, país donde actuó en varias ocasiones, la convirtieron en
un personaje extraordinario. Las mujeres la envidiaron y varios de sus amantes
llegaron a arruinarse por ella, incluso hasta llegar al suicidio, de ahí que
también se conozca como «La Sirena de los Suicidios», asociándola al milenario
mito de aquellas bellas y acuáticas mujeres.
Retirada de los escenarios se estableció en Niza,
donde vivió hasta su muerte, en 1965, totalmente arruinada y sola. Nunca se
casó. De su vida se han escrito varias biografías y se han hecho películas y
series para la televisión. Debido a que Otero inventó parte de su pasado para
ocultar hechos como su violación, o sus orígenes extremadamente humildes,
muchas de las biografías, películas u otros trabajos que se han hecho, carecen
de veracidad. En 1926 publicó una de sus autobiografías: Les Souvenirs et la Vie Intime de la Belle Otero. Entre los documentales, el
dirigido por las cubanas Lídice Pérez y Natasha Vázquez en 2002; series
televisivas como las emitidas en 1984, o más actuales, como la protagonizada
por Natalia Verbeke (Otero joven) y Asunción Balaguer (Otero en sus últimos
años) en 2008, nos dan una idea de la vigencia del mito. En 1996 la
cantante Ana Kiro, le dedica una canción, incluida en su LP Coa miña xente y existe una escena
grabada de Carolina bailando producida en 1898. Pintores y poetas como Julio
Romero de Torres en 1914, Toulouse Lautrec, Gabrielle D´Annunzio o José Martí
la inmortalizaron en sus obras. De este último son los versos: «El cuerpo cede
y ondea; La boca abierta provoca; Es una rosa la boca; Lentamente taconea». Su
vida ha sido también llevada a la gran pantalla en películas como La Bella Otero (1954), una producción
francesa basada en sus memorias, dirigida por Richard Pottier, con María Félix
dando vida a Carolina, en verdad uno de los personajes más destacados de la
Belle Époque francesa, de sus círculos artísticos y de la vida galante parisina
de aquellos años.
EL
ATENEO LIBRE DE BENALMADENA
“benaltertulias.blogspot.com”
[1] Bailarina, cortesana, escritora, además de princesa y
hermana religiosa. Ingresó, tras finalizar la Segunda Guerra Mundial, en la
Orden Terciaria de las Dominicas.
Falleció en Lausana, Suiza, bajo el nombre religioso de Ana María de la
Penitencia.
[2]
Sobre su vida Pierre Horay publicaría su libro Cléo de Mérode, Le ballet de ma vie (1955). Sobre la relación de
algunas de estas mujeres se publicará en 1900 L´Idylle saphique (traducido al español por Luis Antonio de
Villena).
[3]
Natalina «Lina» Cavalieri fue una soprano italiana, también conocida por sus
facetas como actriz y monologuista. Trabajó también en el cine mudo italiano y
francés. En 1955, Gina Lollobrigida dio vida a la Cavalieri en la película Beautiful But Dangerous (Bonita pero Peligrosa). En 2004, Paul Fryer y Olga Usova publicaron Lina Cavalieri: The Life of Opera’s Greatest Beauty, 1874-1944.
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