EL RELATO
Admitimos como plasticidad
neuronal, a la capacidad de nuestra estructura nerviosa cerebral de modificar
su conformación funcional con arreglo a la influencia de los estímulos
recibidos, de forma que son éstos y las
reacciones inflamatorias que provocan a modo de respuesta, los que definen la
calidad y magnitud de nuestra inteligencia.
El almacenamiento progresivo de
estos estímulos da lugar a un filtro relleno de todos aquellos principios
culturales que hemos ido acumulando desde el momento en que nacemos, y que han
ido modelando merced a esta plasticidad, nuestra capacidad emocional, procedentes
de nuestro entorno vital familiar en principio, y del entorno docente escolar y
universitario, en su caso, posteriormente. Mientras más primario en el tiempo
sea el ideario asumido mayor será su compromiso, de ahí la importancia que la
enseñanza primaria posee en todos los regímenes.
Estos principios culturales, son
auténticos implantes, o marcos, como les llama Lakoff, asentados en nuestras
capas decisorias, en zonas profundas o reservadas de nuestro subconsciente,
permanecen latentes en archivos silenciados, cuya capacidad de convicción
ideológica termina basándose en el “se hace así” porque es “lo que se ha hecho
siempre”, y emergen en aquellas ocasiones en que por mecanismos precisos se solicita su presencia,
merced a un maceramiento ideológico premeditado.
El relato así modificado se impone
incluso a las transformaciones sociales avanzadas y legalizadas, autenticando
que algo que es legal puede ser indecente, es decir, se puede hacer pero no se
debe de hacer, porque contradice lo profundamente enraizado en el ideario
social imbuido, formando una frontera falaz entre lo legítimo y lo ilegítimo, imponiéndose
en el control ideológico popular.
El resurgir de estos principios, expertamente
manipulables, conforman relatos difíciles de desenmascarar, dificultando las
posibilidades de acceder a la verdad. El
relato se impone. La historia se reescribe, se falsifica y se manipula, induciendo a las masas de ciudadanos
menos formados e ilusionándolos, a veces, con los mismos principios que
combaten. El relato es el que triunfa, se genere de la forma que se genere.
Estos relatos pueden ser
múltiples, y en la habilidad para escogerlos, fabricarlos e imponerlos, radica
la capacidad de los estrategas electorales para hacerlos llegar a los votantes,
aprovechando las posibilidades de difusión de las redes sociales. Internet
sirve anónimamente bulos, trampas y medias verdades forzando la plasticidad
cerebral de los ciudadanos crédulos y dóciles a los mensajes de sus líderes en
los que han depositado su confianza.
La rapidez con que se reenvían
los mensajes no comprobados a través de “twiter”, “whatsapp” o “instagram” es
hoy uno de los signos más definitorios de la inmadurez cerebral ciudadana, lo
que no merecería comentario alguno si no fuera por la trascendencia real, es
decir, por los millones de personas que en la práctica pueden ser sensibles a
estas “fake news”, o “lawfare” que alteran y deforman la calidad de la
información recibida
El relato construido tiene una
intencionalidad clara en la mente de sus constructores y su asunción por la
sociedad a la que va dirigido se denomina normalización, cuya entronización
popular consigue desvirtuar por completo los parámetros elementales de una
sociedad democrática que solo se basa en la verdad libremente asumida.
La inmunidad ante tamaña desinformación
se muestra como un empeño inalcanzable para todos aquellos ciudadanos que se esfuerzan
en conocer la verdad de nuestra historia reciente y la legitimidad de nuestras
instituciones que es el mínimo empeño necesario para desenmascarar los
intereses falsarios que envenenan de forma continua nuestra convivencia
política que no cesa de avanzar, de esta
forma, sobre falsos postulados o medias verdades, cultivadas hábilmente por los
profesionales del engaño.
Es necesario animar y cultivar la
existencia de una prensa libre e informadora sin prejuicios ni condiciones que
sea capaz de combatir y desenmascarar a los periodistas sin escrúpulos,
políticos sin ética y jueces frustrados,
responsables de relatos e infundios dolosos, solapados, que pasados un cierto
número de años los historiadores pondrán de manifiesto como responsables de la
alteración de un ciclo histórico que deformaron con sus imposturas.
Jesús
Lobillo Ríos
Presidente del Ateneo Libre de Benalmádena
“benaltertulias.blogspot.com”
Bibliografia.-
Clark, A., y Chalmers, D. “El cerebro extendido”. Analysis, Oxford University Press (1998).
George Lakoff. "No pienses en un elefante". Península 2022.
José Antonio Martin Pallín. "¿Para qué servimos los jueces?" Catarata
2023.
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