viernes, 3 de julio de 2020

UNO, DOS, TRES, CUATRO

Ayudas a una desescalada: 3/07/2020




                                                           UNO, DOS, TRES, Y CUATRO.



Uno (Silencio)
Instalarse en el silencio con un acúfeno en el oído izquierdo no es fácil.
El sonido aterciopelado ocupa toda la cabeza; envuelve y decora cualquier pensamiento. Ni que decir tiene que impide el total entendimiento de los que otras voces nos quieren decir.
De la misma forma que la vida se adapta al acúfeno, también lo hace el silencio.

El silencio es un privilegio cada vez más escaso. Parece que hubiese una conjura para eliminar o minimizar el acceso a un bien tan necesario.
Favorece el pensamiento, la reflexión, la imaginación, el ensueño; es el soporte de nuestra identidad más pura, de nuestra autenticidad. Dentro de su cápsula, toda nuestra construcción como personajes expuestos a la desolación del bullicio como aglomeración sincopada se desmorona, muestra su fragilidad y su impostura. Acomodados en él, sentimos la incomodidad de nuestras contradicciones, visualizamos como en un espejo, los encuentros y desencuentros entre lo que somos y lo que ofrecemos. En él nadie nos puede manejar o intoxicar con otros afanes distintos a los nuestros; tal vez por eso, sin que exista conjura alguna, reduciéndonos lentamente los espacios de soledad y silencio, caminamos lentamente hacia  la atracción construida desde otros intereses.
Probablemente el exceso de identificación del silencio con  los negocios del espíritu y una vez subidos al tobogán de lo material, hayan favorecido el retraimiento de su valor.
Reivindicar el silencio como alimento tan necesario como el agua y los panes de cada cual, debiera ser un objetivo colectivo.


Dos  (Caos)

Clarice Lispector recoge en “Lazos de familia” una serie de relatos que en general tienen en común la ruptura entre el comportamiento cotidiano y la realidad que se esconde dentro de nosotros, tapada, adormecida por el ruido exterior, la precipitación de las consecuencias de nuestros actos, los compromisos adquiridos en base a las reglas, generalmente tácitas, socialmente admitidas, incluyendo su propia evolución, siempre y cuando sigan siendo de general y sumisa aceptación.
La sumisión no es necesariamente enfermiza, sino que forma parte de la armadura en la que nos encerramos para protegernos de las agresiones, incluyendo las propias.
El silenció, por tanto, puede ser una situación indeseable, porque actúa como llave maestra en nuestro interior, comunicándonos  nuestras contradicciones  y juzgándonos de una forma irrefutable porque en nuestro interior, se encuentran las pruebas de nuestra realidad, siempre caótica, en palabras de Witold Gombrowicz. Para el escritor, el hombre en su interior es caótico y precisa de la forma para equilibrar su propio desorden, cada paso que en la incorporación de la forma  se avanza, lo separa más y más de su realidad primera, de la consciencia  inmaculada, espontánea, instintiva, casi animal; cada etapa de su vida lo desvía de ella y finalmente en su madurez, la destruye. Es entonces cuando el silencio ejerce su función más demoledora, una vez que ya estamos formados para gestionar nuestro exterior con el espejismo del éxito, en demasiadas ocasiones conviviendo con el más absoluto fracaso de nuestra caótica realidad.
El silencio propicia el dialogo entre nuestras diferentes construcciones y la fuerza  de los materiales intactos, reprimidos, matizados o simplemente dados por muertos, estalla y nos interroga.

Tres (Sinceridad)

Actuar conforme a esa realidad inicial, desarrollarse en ella, actuar conforme su dictamen, suele crear no pocos problemas. La exposición de la visión particular de cada asunto, el comportamiento desordenado que acarrearía esa fidelidad a uno mismo extendida a toda la sociedad, transmitiría al conjunto el caos particular de cada individuo. No obstante y sin llegar a esos extremos a veces encontramos personas que en alguna medida se ajustan a la pulsión más pura - entendamos el término- de él mismo, calificando este comportamiento como sinceridad.
La sinceridad nos dice la Real academia es “…modo de expresarse o comportarse libre de fingimiento”; esa expresión libre, ese respeto por la verdad que asume el que tiene un comportamiento total con ella, es decir el que no se traiciona en lo más mínimo con aquella pureza de su realidad, es prácticamente inasumible por la generalidad del entorno social en el que se desempeña. La sinceridad total es suicida. No estamos diseñados para asumirla como forma de entendimiento, de ahí que se recurra a esas formas a las que Gombrowicz alude.
No es una locura decir que la sinceridad tiene un  componente de brutalidad dentro del contexto  de cualquier cultura y la brutalidad es patrimonio de los comportamientos sutiles.


Cuatro ( Forma)

Si pudiéramos mirar desde uno  de esos satélites no ya la tierra y sus accidentes geográficos, luces, humos, sonidos y temperaturas, sino las bases del comportamiento social, la imagen, sería como si cientos de amebas diferentes  fuesen penetrándose  unas a otra pero sin llegar a mezclarse para ir formando unidades de aspecto uniforme.
Las formas son esas amebas que cada individuo traga primero con la convicción de sus mayores
 y posteriormente de manera consciente como droga para la transformación y adecuación al medio donde se supone va a desarrollar su vida. Es un molde que se va adaptando a cada circunstancia, pero un molde reconocible, perfectamente identificado en sus variantes y del que se sabe cómo actuar con él y frente a él, ya sea de forma empática o como reacción. Las formas regulan la circulación de los individuos, les asignan la condición de pertenencia, los identifican en la comunidad y les ofrece en catálogo de contraste para su comportamiento. La forma es la regla, lo común, la cultura, el estilo del grupo; abarca absolutamente todo, incluyendo la gestión del subconsciente. Es el comportamiento adecuado e incluso el inadecuado que a su vez viene a regularse de manera represiva aunque  también conocida. Contiene los materiales que construyen la personalidad; mientras más ajustada es la construcción, más garantías de éxito en lo común tiene el individuo aunque quede absolutamente destruido en el ser unívoco que habitó el algún momento.
Solo el equilibrio, es decir la amputación parcial de aquél ser exclusivo y que a pesar de esa mutilación  , aún pervive, confiere aspectos formidables a quién se encuentra en dicha situación. Alcanza ciertos grados de serenidad que le permiten conciliar su existencia de modo más cómodo con el grupo y consigo mismo.

Alhaurin de la Torre , confinamiento Mayo 2020

Manuel del Castillo
Asesor Literario de Ediciones El Genal

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