UNO, DOS, TRES, Y
CUATRO.
Uno (Silencio)
Instalarse en el silencio con un acúfeno en el oído
izquierdo no es fácil.
El sonido aterciopelado ocupa toda la cabeza;
envuelve y decora cualquier pensamiento. Ni que decir tiene que impide el total
entendimiento de los que otras voces nos quieren decir.
De la misma forma que la vida se adapta al
acúfeno, también lo hace el silencio.
El silencio es un privilegio cada vez más escaso.
Parece que hubiese una conjura para eliminar o minimizar el acceso a un bien
tan necesario.
Favorece el pensamiento, la reflexión, la
imaginación, el ensueño; es el soporte de nuestra identidad más pura, de
nuestra autenticidad. Dentro de su cápsula, toda nuestra construcción como
personajes expuestos a la desolación del bullicio como aglomeración sincopada se desmorona, muestra su fragilidad y su impostura. Acomodados en él,
sentimos la incomodidad de nuestras contradicciones, visualizamos como en un
espejo, los encuentros y desencuentros entre lo que somos y lo que ofrecemos.
En él nadie nos puede manejar o intoxicar con otros afanes distintos a los
nuestros; tal vez por eso, sin que exista conjura alguna, reduciéndonos
lentamente los espacios de soledad y silencio, caminamos lentamente hacia la atracción construida desde otros
intereses.
Probablemente el exceso de identificación del
silencio con los negocios del espíritu y
una vez subidos al tobogán de lo material, hayan favorecido el retraimiento de
su valor.
Reivindicar el silencio como alimento tan
necesario como el agua y los panes de cada cual, debiera ser un objetivo
colectivo.
Dos (Caos)
Clarice Lispector recoge en “Lazos de familia” una serie de
relatos que en general tienen en común la ruptura entre el comportamiento
cotidiano y la realidad que se esconde dentro de nosotros, tapada, adormecida
por el ruido exterior, la precipitación de las consecuencias de nuestros actos,
los compromisos adquiridos en base a las reglas, generalmente tácitas,
socialmente admitidas, incluyendo su propia evolución, siempre y cuando sigan
siendo de general y sumisa aceptación.
La sumisión no es necesariamente enfermiza, sino
que forma parte de la armadura en la que nos encerramos para protegernos de las
agresiones, incluyendo las propias.
El silenció, por tanto, puede ser una situación
indeseable, porque actúa como llave maestra en nuestro interior,
comunicándonos nuestras contradicciones y juzgándonos de una forma irrefutable porque
en nuestro interior, se encuentran las pruebas de nuestra realidad, siempre caótica, en palabras de Witold Gombrowicz. Para
el escritor, el hombre en su interior es caótico
y precisa de la forma para equilibrar
su propio desorden, cada paso que en la incorporación de la forma se
avanza, lo separa más y más de su
realidad primera, de la consciencia
inmaculada, espontánea, instintiva, casi animal; cada etapa de su vida lo desvía de ella y finalmente en su madurez, la destruye. Es
entonces cuando el silencio ejerce su función más demoledora, una vez que ya
estamos formados para gestionar nuestro exterior con el espejismo del éxito, en
demasiadas ocasiones conviviendo con el más absoluto fracaso de nuestra caótica realidad.
El silencio propicia el dialogo entre nuestras
diferentes construcciones y la fuerza de
los materiales intactos, reprimidos, matizados o simplemente dados por muertos,
estalla y nos interroga.
Tres
(Sinceridad)
Actuar conforme a esa realidad inicial,
desarrollarse en ella, actuar conforme su dictamen, suele crear no pocos
problemas. La exposición de la visión particular de cada asunto, el
comportamiento desordenado que acarrearía esa fidelidad a uno mismo extendida a
toda la sociedad, transmitiría al conjunto el caos particular de cada
individuo. No obstante y sin llegar a esos extremos a veces encontramos
personas que en alguna medida se ajustan a la pulsión más pura - entendamos el
término- de él mismo, calificando este comportamiento como sinceridad.
La sinceridad nos dice la Real academia es “…modo de expresarse o comportarse libre de
fingimiento”; esa expresión libre, ese respeto por la verdad que asume el
que tiene un comportamiento total con ella, es decir el que no se traiciona en
lo más mínimo con aquella pureza de su realidad, es prácticamente inasumible
por la generalidad del entorno social en el que se desempeña. La sinceridad
total es suicida. No estamos diseñados para asumirla como forma de
entendimiento, de ahí que se recurra a esas formas
a las que Gombrowicz alude.
No es una locura decir que la sinceridad tiene
un componente de brutalidad dentro del
contexto de cualquier cultura y la
brutalidad es patrimonio de los comportamientos sutiles.
Cuatro ( Forma)
Si pudiéramos mirar desde uno de esos satélites no ya la tierra y sus accidentes
geográficos, luces, humos, sonidos y temperaturas, sino las bases del comportamiento
social, la imagen, sería como si cientos de amebas diferentes fuesen penetrándose unas a otra pero sin llegar a mezclarse para
ir formando unidades de aspecto uniforme.
Las formas
son esas amebas que cada individuo traga primero con la convicción de sus mayores
y
posteriormente de manera consciente como droga para
la transformación y adecuación al medio donde se supone va a desarrollar su
vida. Es un molde que se va adaptando a cada circunstancia, pero un molde
reconocible, perfectamente identificado en sus variantes y del que se sabe cómo
actuar con él y frente a él, ya sea de forma
empática o como reacción. Las formas
regulan la circulación de los individuos, les asignan la condición de
pertenencia, los identifican en la comunidad y les ofrece en catálogo de
contraste para su comportamiento. La forma
es la regla, lo común, la cultura, el estilo del grupo; abarca
absolutamente todo, incluyendo la gestión del subconsciente. Es el comportamiento adecuado e incluso el inadecuado que a
su vez viene a regularse de manera represiva aunque
también
conocida. Contiene los materiales que
construyen la personalidad; mientras más ajustada es la construcción, más garantías de
éxito en lo común tiene el individuo aunque quede absolutamente destruido en el
ser unívoco que habitó el algún momento.
Solo el equilibrio, es decir la amputación
parcial de aquél ser exclusivo y que a pesar de esa mutilación , aún pervive, confiere aspectos formidables
a quién se encuentra en dicha situación. Alcanza ciertos grados de serenidad que le permiten conciliar su
existencia de modo más cómodo con el grupo y consigo mismo.
Alhaurin de la Torre , confinamiento Mayo 2020
Manuel del Castillo
Asesor Literario de
Ediciones El Genal
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