ANTONIO DE OLIVEIRA SALAZAR: EL DICTADOR QUE MURIÓ DOS VECES
António
de Oliveira Salazar, ese hombre a quien António Ferro (1895-1956) le definió
como: “Elegantemente antifeminista como Mussolini, como casi todos los
dictadores”, antiguo seminarista, profesor de derecho y finanzas en la
Universidad lusa de Coimbra, se sintió siempre como la mano de Dios. Gobernó
con mano de hierro Portugal durante más de cuarenta años (de 1933 a 1967): la
dictadura más longeva de Europa. Su prestigio se ganó a las corrientes de la
derecha republicana, a los monárquicos y, naturalmente, a los católicos. Su
programa de gobierno, que desechaba el regreso al parlamentarismo de la Primera
República (1910-1926), se puede definir como autoritario y centrado en los
poderes del primer ministro. Tuvo la habilidad de aglutinar a todas las fuerzas
y crear un partido político llamado União Nacional. Hasta qué punto se extendía su poder se puede
constatarse a través de las palabras del escritor Marco Ferrari que cuenta, en
su muy documentado libro, que después de su accidente: “estuvo en un estado medio
vegetativo y de confusión durante algunos meses y tuvo que ser reemplazado en
el poder por Marcelo Caetano. Nadie se lo dice, porque está muy delicado...”[1]
La “primera” muerte, aludida en el título, se produjo en
1967 en un tonto accidente doméstico mientras su podólogo personal se disponía
al arreglo de sus delicados pies. Tenía una malformación congénita en uno de
ellos y por eso siempre tuvo que utilizar unas botas especiales, por lo que los
guasones de turno le apodaron O Botas (El Botas), uno de los muchos
apodos, y quizás el más amable, que los portugueses antifascistas le
obsequiaron. La cuestión es que, al llegar el podólogo, que era paisano, se fue
a sentar, dejándose caer, en una silla de lona, y el fondo de esta se rompió.
Cayó don António hacia atrás y se golpeó la cabeza. Ahí empezó la pesadilla de
más de dos años que lo mantendría en una especie de limbo particular.
Ya comentamos que en 1967 quedó invalidado “relativamente”,
porque durante la recuperación de su accidente nadie se atrevía a contarle que
Marcelo Caetano (1906-1980) había sido nombrado su sustituto. De esta forma se
tejería a su alrededor una especie de gran trampantojo que lo aislaría (durante
más de dos años) de la verdad, haciéndole creer que seguía siendo el Chefe y
para ello, le “fabricaban” cada día, solo para él, un ejemplar del Diario de
Notícias, su periódico preferido, en el que se eliminaba todo rastro del
sustituto Caetano; se producían boletines de radio que solo se emitían en su
residencia, reuniones ministeriales… Todo sin el menor rastro de Caetano, pero
todo falso: toda una pantomima, al estilo de la película alemana Good
Bye,Lenin! (Wolfgang Becker, 2004), en la que el personaje interpretado por
Daniel Brühl ocultaba a su madre, una convencida comunista, la caída del muro
de Berlín.
La carrera de Salazar
como dictador había comenzado desde el principio, cuando lo llamaron a su
cátedra de Coimbra, y lo anticipaba con una de sus frases más conocidas: “Sé
muy bien lo que quiero y adónde voy”. Lo sabía perfectamente al renunciar sólo
días después de jurar el cargo en 1926, año que se había producido el golpe de
estado militar que derrocó a la Primera República. Ya había amenazado con
hacerlo si se limitaban sus poderes. Lo volvieron a llamar en 1928 para la cartera
de finanzas y, en 1932, tras la dimisión de varios primeros ministros y ya con
una consolidada figura en el Gobierno, asumió el cargo de primer ministro de
Portugal, un cargo que no abandonaría hasta que un inoportuno accidente casero
lo invalidara (relativamente) en 1967, como ya sabemos.
Este hombre
ultracatólico, austero, mitad monje, mitad soldado, aunque no era un militar,
creía en la misión evangelizadora de la cultura portuguesa en el mundo, aunque,
curiosamente, solo salió de viaje una vez fuera de la península, a Francia, y
los varios encuentros que tuvo con el dictador vecino, Francisco Franco
(1892-1975), fueron puntuales y breves exceptuando, quizás, el realizado en
febrero de 1942, en Sevilla, cuando ya se sospechaba una posible derrota de las
potencias del Eje. Según algunos autores, esta visita fue decisiva para que
Franco no se implicara entrando en la IIª Mundial al lado de los nazis.
Hermetismo y
anticomunismo marcaron la vida de los dos dictadores. El escritor y periodista
Marco Ferrari, afirma en su libro
biográfico sobre Salazar que “tenía disgusto por los viajes”; el mismo disgusto
que su colega fronterizo, siempre reticente desde las muertes de los generales
Sanjurjo (1872-1936) y Mola (1887-1937) en sendos accidentes de avión. Como
Franco, Salazar se sentía heredero del imperio y de haber sido elegio por Dios
para su misión evangelizadora. En la
prensa favorable al Patrão este fue muchas veces retratado como “Salvador
de la Patria” debido a que, tras muchos años de dificultades, la economía
portuguesa no sufría de déficit presupuestario.
La
“segunda” y definitiva muerte se produjo el verano de 1970, a los 81 años. Está
enterrado en su tierra, en Vimieiro, junto a sus padres y en una modesta tumba.
En este aspecto, nada que ver con nuestro dictador, con quien tuvo más
diferencias que afinidades. Eran dos dictaduras, pero Salazar, por citar alguna
difrencia, descartó la indemnización a la Iglesia católica por la
nacionalización de sus bienes llevada a cabo durante la I República y, a pesar
de su profundo catolicismo, tuvo muy claro la separación de poderes entre el
Estado y la Iglesia, aunque esa decisión le supuso el distanciamiento de su
amigo y paisano, el cardenal Cerejeira.
Rosa María
Ballesteros García
Vicepresidenta del Ateneo
Libre de Benalmádena
“benaltertulias.blogspot.com”
[1] FERRARI, Marco: La increíble
historia de António Salazar, el dictador que murió dos veces. Editorial
Debate, 2022.
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