CANSANCIO,
MALESTARES Y ALGUNAS PÓCIMAS
Deambulo por la librería “Lorca”
de Arroyo de la Miel y me detengo ante
una enorme sección con anaqueles repletos de libros etiquetados frecuentemente
como “autoayuda” o “autoayuda y espiritualidad” o, también, con el marbete
“salud”. Les pregunto a mis libreros de referencia qué libros para adultos se
venden más y no dudan un segundo en responder: libros de autoayuda. Y añaden; a
considerable distancia de las ventas del resto de ejemplares del fondo. En la
librería de El Corte Inglés se anuncian los libros de autoayuda considerándolos
”aliados del bienestar y el crecimiento
personal”, con los que el lector “aprende a gestionar emociones, mejorar
hábitos o alcanzar sus metas diarias”. Digamos que, cual bálsamo de Fierabrás, usado por Don
Quijote como panacea a todos sus males, gracias a la mezcla de aceite, vino,
sal y romero, la apropiación de los saberes de los libros de marras contribuyen
a crecer (siempre crecer), a sanar malestares y a aliviar cansancios varios.
Cansados de trabajar, pero que conste
que a mí me gusta mucho mi trabajo y me realizo y gozo laborando; cansados de
precariedad por doquier, pero poniendo siempre mucha voluntad y entusiasmo en
el curro, de eso sabe mucho la profesora zuhereña Remedios Zafra (El entusiasmo, 2017); cansados, muy cansados de
“happycracia”, ofertada por una creciente industria de la felicidad aliada con
la ciencia; cansados de listas de espera ignominiosas en el sistema de salud,
pero confiados en unos de los mejores sistemas del mundo mundial; cansados al
terminar las vacaciones, aunque eran vacaciones en tiempo “libre” para,
precisamente, vacar; cansados de que a los malagueños ya no les apetezcan ir al
centro de la ciudad de Málaga porque ya no es Málaga; cansados de qué regalar a
tantos ya de por sí regalados; cansados los abuelos de ejercer de repadres y
remadres, que han de seguir muy activos y muy viajeros y muy bailongos y muy
deportistas; cansados del vocablo “herramienta” que tanto vale para unos
alicates como para una aplicación informática, una ley del Congreso o un
programa de prevención de la violencia de género; cansados de burocracias
tristes y deshumanizadoras; cansados de que los bancos impelan a trabajar sí o
sí a sus clientes, ¡cuándo se ha visto!; cansados de turismo cultural sin
cultura, invasor/depredador; cansados del “tú puedes”, sin que la impronta
social parezca que influya en el devenir humano; cansados de viajes a
Tailandia, a Marraquech, a Vigo para adquirir experiencias deslumbrantes o a
Santiago de Compostela en pedestre peregrinar; cansados de voces metálicas y
fantasmales al otro lado del teléfono; cansados de colas para todo, coja
número; cansados de las citas previas, cuando las citas ya son citas sin
necesidad de prefijo; cansados de
camareros fatigados, muy fatigados, tristes, muy tristes; cansados de tantas
lecturas, películas y series para entretener, mas no para entender, entendernos
o aprehender el mundo; cansados de escuchar a máquinas ser más agradecidas que
tus vecinos o correligionarios; cansados del despiadado robo de nuestra
atención, sin atención no hay amor nos
aleccionaría Simone Weil (1909-1943); cansados de que la IA
(Invasión/Inteligencia Algorítmica), nueva diosa omnisciente, tenga para tus
colegas más autoridad que tú hasta en lo que tú, se supone que por títulos y bagaje
intelectual, eres una autoridad; cansados de la cosificación del otro en las
relaciones de parejas desparejadas, usar, eliminar, tirar, sustituir; cansados
de los mediocres que gobiernan y desgobiernan que ni a mediocres llegan
(calidad media, mediano, corriente, común); cansados del autoservicio en la
restauración o en las gasolineras; cansados de tertulianos televisivos en
esperpénticas y delirantes escenificaciones; cansados de las mentiras mil veces
mentadas que acaban en no mentiras, sabiendo bien que son despiadadas e
impúdicas mentiras; cansados de opiniones cuando la opinión de cada cual se
eleva a categoría de verdad indiscutible; cansados del poco dormir, de dormir
mal, que se lo digan a David Jiménez Torres (El mal
dormir. Un ensayo sobre el sueño, la vigilia y el cansancio, 2022);
cansados de platicones que sólo se escuchan a sí mismos; cansados de relaciones
efectivas pero nada afectivas; cansados del pirateo de libros, música o
películas; cansados de mucha conexión y poca relación corporal; cansados de
tantos objetos efímeros y de tan pocas cosas duraderas y vinculadas al nosotros
histórico; cansados del yo, yo y yo y yo tengo y yo hago y yo tuve y yo fui y
yo estuve; cansados de tanta desmemoria y suprema arrogancia del presente y la
actualidad; cansados de la estulticia aplaudida y vitoreada; cansados de la
inmoral especulación consentida de la vivienda; cansados del mirar para otro
lado parapetados en mullido sillón de orejeras y mando a distancia; cansados de
ofertas de habitaciones, estudios, zulos a precios desorbitados, prolongando
una lacerante injusticia; cansados de rostros cabizbajos mirando a una
pantallita fueren donde fueren; cansados de improperios y elevación del tono en
encuentros, reuniones, clubes y foros en lugar de utilizar argumentos y razones
de forma sosegada y respetuosa; cansados del cuánto y no del cómo; cansados de
polarización provocada que dispersa, divide, entretiene, pero no mantiene ni
sostiene; cansados de la ausencia de conversación privada y pública, de ausencia
de escucha (vamos otra vez a la escuela con “Momo”); cansados de la servidumbre voluntaria; cansados…(sigan ustedes).
En sanar malestares y cansancios
varios se afanaba Dulcamara, un personaje astuto, charlatán y doctor
enciclopédico de la ópera bufa “Elixir de amor” del compositor
Gaetano Donizetti (1797-1848). Dulcamara recorre en su carreta los
pueblos ofreciendo una pócima milagrosa. En su aria “Udite, udite, o ristici”,
canta: “Oid, oid, rústicos campesinos;/atentos y no
digáis ni una palabra./ […] que soy aquel gran médico,/doctor enciclopédico,/llamado Dulcamara, […] Soy benefactor de los
hombres,/curador de males,/en pocos días evacuo/y limpio los hospitales,/y voy vendiendo la salud/por todo
el mundo./Compradla, compradla,/que os la doy
barato./Y
es este odontológico/ y admirable licor, […] cuyo certificado/auténtico,/embotellado,/tocarlo, mirarlo y
leerlo/a cualquiera dejo yo./Gracias a este específico/y simpático milagroso,/un hombre sexagenario/valetudinario/aún se convirtió/en abuelo de diez
niños./¿Queréis, jóvenes galantes/tener siempre
amantes?/¡Compradme mi específico/que por poco lo doy!/Mueve al paralítico,/sana al apopléjico,/al asmático, al asfixiado,/al histérico, al diabético,/restablece el tímpano,/robustece al raquítico,/y hasta cura el dolor de hígado/que
últimamente está muy de moda”.
Donizetti muestra a Dulcamara como un personaje que promete la solución a
múltiples problemas (la pócima es vino), manipulando ladinamente a un público
ingenuo e ignorante. Pueden oír esta aria, interpretada por el bajo barítono
venezolano Álvaro Carrillo Rodríguez, aquí:https://youtu.be/_eGGzAtVP_U?si=op7MOvR5PdQIKTcl
Buyng-Chul Han ha sido galardonado
recientemente con el premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades
2025. Entre su prolífica bibliografía significo aquí dos pequeños ensayos,
pintiparados al tema que nos ocupa: La sociedad del
cansancio (2022) y La sociedad paliativa. El
dolor hoy (2020), ambos editados por Herder. En el primer ensayo el
pensador alemán de origen coreano afirma que el mundo se ha convertido en unos
grandes almacenes donde todo está sometido a aprovechamiento comercial y en el
que las relaciones humanas devienen en relaciones comerciales. La vida es pura
supervivencia que conduce a una histeria por la salud. El sujeto se ha tornado
narcisista y vive en una constante sensación de culpa y de carencia. Al
competir contra sí mismo no consigue superarse y se derrumba. “El sujeto que
está obligado a rendir se mata de autorrealización. Aquí coincide la
autorrealización y la autodestrucción”. En el segundo ensayo citado el autor
viene a decir que si sólo la medicina se encarga del dolor mal vamos. La
tolerancia al dolor disminuye progresivamente y tenemos fobia al mismo. Al
convertir la salud en una diosa, abominamos del dolor y lo trágico y lo
contingente del existir. “La vida indolora en una felicidad permanente habrá
dejado de ser vida humana. Una vida sin muerte ni dolor ya no es una vida
humana, sino una vida de muertos vivientes”. Quien rechaza el dolor no genera
vínculos. Queremos positividad en todo (obligación de ser feliz). Al quererlo
todo aquí y ahora, sin demora, aminoramos la espera y la paciencia.
Pues con paciencia, demorándome, me
pongo a mirar los lomos de los ejemplares de la librería citada en el primer
párrafo y leo: Adiós a la soledad./Apego
seguro./Atención plena./Auténtica./Autoamor./Cómo dormir como un
cavernícola./Confía./Crea tu suerte./Cuando la adolescencia duele./Cuando la
cigüeña empezó a ver porno./Dejar ir./ De tu herida saldrá tu luz./Deshacer la
ansiedad./Diez maneras de cargarte tu relación de pareja./Educa tu cerebro./El
camino estoico a la riqueza./El dinero feliz./El silencio habla./Eres
genial./Hasta que te caigas bien./Haz como el gato: él sí que sabe./La regla
mola./Los diez secretos de la abundante felicidad./Los siete hábitos de la
gente altamente efectiva./Morir para ser yo./Puede sanar su vida./¿Qué se puede
esperar cuando se está esperando?/Reinventarse./Rodeados de idiotas./Seres
espirituales evolutivos e involutivos./Tú eres el único que falta en tu vida.
No deja uno de sorprenderse ante el
misterio de la tragicómica existencia. Resulta
ahora que el que faltaba en mi vida era yo mismo mismamente, mi “yo”, un yo
que, colijo, nada es sin el otro, lo relacional y los escenarios del mundo.
Como contrapunto y coda demos un giro de los cansancios precedentes a otro
cansancio mundano, apelando al atildado filósofo Javier Gomá (La imagen de tu vida. Humana perduración, 2017),
pues nos habla de una forma de cansancio que nos interesa por lo que antecede.
A saber: “La
experiencia enseña que cualquier empresa que uno intente en este mundo, cuando
verdaderamente vale la pena, cuesta mucho trabajo y cansa. Vivir es el arte de
elegir la forma de nuestro cansancio futuro. Unos se consumirán en los afanes
de una actualidad transeúnte, espuma de los días, mientras que otros preferirán
comprometerse a largo plazo con la realidad durable y poner su cansancio al
servicio de una pirámide en construcción”. Cansancio que vale la pena. Pues
eso.
Por José García Guerrero.
Maestro
El Ateneo Libre de Benalmádena.
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