DINÁMICA FAMILIAR Y NIDO VACÍO
Dinámica familiar y el nido vacío
Antonio Porras Cabrera. Psicólogo y enfermero especialista en
salud mental.
Profesor titular de la Escuela
Universitaria de Ciencias de la Salud. Universidad de Málaga.
Aforo: 28 asistentes.
Buenas tardes.
En primer lugar quiero agradecer la invitación y la
presentación que de mí se ha hecho, así como la presencia de todos ustedes, y
mostrar mi satisfacción por poder compartir mi visión de este tema con todos
los presentes.
Hablar del nido vacío ante un auditorio que, en gran parte,
ya pasó por esa experiencia, tiene un cierto riesgo, cuando no atrevimiento.
Porque no existe una única forma de afrontamiento de la situación, ni las circunstancias
de cada pareja son las mismas en la relación con sus hijos, lo que lleva a
considerar este momento como algo singular y específico de cada caso.
En ese sentido comentaremos aspectos de la creación de la pareja,
el proceso evolutivo de su relación, los ciclos vitales, las microculturas familiares,
la actitud parental, la forma de acompañar a los hijos en su crecimiento, el
rol de los padres, etc. hasta concluir en la situación final del abandono del
hogar por parte de los hijos, que según como se viva y gestione por parte de
los progenitores podrá desencadenar el llamado “Síndrome del nido vacío”.
Comencemos pues diciendo que el nido vacío es una situación
que se da en un momento de la vida y que, en función de cómo se haya
desarrollado esta, podrá ser una etapa más o menos conflictiva, pudiendo
generar un síndrome perfectamente definido.
Un síndrome es un conjunto de signos y síntomas que definen
un estado patología o un trastorno psicológico más o menos severo del sujeto,
como veremos más adelante.
Por tanto, para poder comprender el estadio final, es
conveniente entender antes, como ya he dicho, cuál ha sido el proceso
relacional de la familia, cómo se han educado los hijos y qué variables se han
dado, con objeto de valorar la situación final y la capacidad de afrontamiento
del cambio vital por parte de la pareja o del sujeto afectado por esa
situación.
Conformación de la pareja.
La relación de pareja se inicia, como bien sabemos, con el
enamoramiento… esa extraña situación que se da tras un proceso seductor de
características muy variables según cada caso.
Yo siempre mantuve que el enamoramiento es un delirio en el
que se le otorga a la otra persona valores que no posee. La persona de la que
nos enamoramos es la más extraordinaria del mundo y aquella que encaja con
nosotros a la perfección para forman una unidad inquebrantable con la que nos
vamos a entender de maravilla a la hora de crear y establecer nuestra familia. Ese
pensamiento es impermeable a la argumentación lógica. El sujeto está enamorado,
abducido por los encantos del objeto de su amor, embelesado por la magia y el
hechizo de su presencia.
En esta etapa renuncia uno a su lugar y acaba colocándose
como servidor del otro. Se preocupa más del bienestar de la otra persona que
del propio.
-
Lo
que tú quieras, cariño.
-
Qué
te apetece hacer.
-
Tus
deseos son órdenes para mí.
Etapa idílica que puede concluir cuando la realidad se
impone, es decir, cuando se forma esa unidad familiar y se han de afrontar los
problemas reales. Cuando se pasa del
-
“lo
que tú quieras ”al
-
“eso
que dices no tiene sentido”
Del
-
“Tus
deseos son órdenes para mí” al
-
“Antes
lo hacías y ahora no”.
Y aparecen reproches:
-
Tú
ya no eres el que o la que eras.
Esta frase, para mí, no deja de ser una simpleza, pues claro
que nadie es el que era tiempo atrás, si no cómo sería la evolución personal
desde la infancia a la senectud.
Pero también, y eso es lo más importante, cuando aparecen las
diferencias de criterio a la hora de enfocar o resolver los problemas comunes.
Los primeros roces no suelen ser dramáticos, pero afloran ciertas dudas y
desavenencias que se tapan, de momento, con ese amor del que nació la pareja.
Yo creo que lo inteligente es ir aceptando las circunstancias de la vida,
gestionarlas con sentido común y, apoyados en ese enamoramiento, procurar
establecer contratos de relación de acuerdo a las nuevas situaciones que se dan
con las crisis, de tal forma que fortalezca la pareja.
En la situación del conflicto ya hemos dejado de estar a
disposición de la otra persona, para satisfacerla, o sea en su propio campo o
interés, y hemos pasado a la zona de defensa de nuestro campo. El conflicto,
que es inevitable, salvo que exista sumisión inquebrantable, se ha de producir
ante la diferente forma de ver una situación nueva, o de crisis, generada
dentro o fuera de la pareja.
Las crisis se presentan cuando cambian las cosas, cuando los
sujetos en su relación con el entorno aprecian formas diferentes de afrontar
las situaciones cambiantes. Ahora bien, en función de la habilidad y capacidad
de afrontamiento, el resultado será diferente. Si existe una cultura de
entendimiento y toma de decisiones razonadas y democráticas por ambas partes,
la solución a la crisis no tiene por qué ser traumática, sino que sirve para
consolidar la relación. Eso sí, en muchos casos devienen en separaciones ante
la imposibilidad de resolver los problemas y reconducir la relación.
Yo suelo decir que hay tres circunstancias determinantes que
condicionan la pareja:
1.
La
pareja se apoya para que cada cual pueda autorrealizarse y entonces tenemos “garantizada”
la felicidad o, al menos, una mejor convivencia.
2.
La
pareja, aunque no se apoya al haber evolucionado en relativa divergencia, al
menos no se estorba y comprende que cada uno tiene derecho a autorrealizarse
desde la madurez psicológica de ambos. Con lo que no tienes una pareja sino un
compañero de piso.
3.
Una
tercera situación en la que cada cual quiere que el otro se adapte a sus
exigencias, donde ambos se están estorbando y sacando continuamente la munición
del arsenal para librar las batallas o discusiones. En esa guerra es imposible
convivir, con lo que lo aconsejable puede ser una separación pactada.
¿Situaciones intermedias? “Haberlas haylas” porque ningún
planteamiento de estos es estanco y, por tanto, podemos pasar de un estadio a
otro con cierta facilidad, incluso, según el estado de ánimo en un momento
puntual cargado de ambigüedad, lo que lleva, muchas veces, a perpetuar la
crisis al amparo de otros nexos de dependencia, económicos, familiares,
sociales, etc. como ocurre en bastantes parejas.
En todo caso, aquí quiero hacer alusión al posible desmontaje
del enamoramiento, en estas circunstancias, aceptando la realidad de la otra
parte, es decir que aquellos atributos que le otorgábamos antes, ya no son
verdad sino mentiras que nos habíamos creído de forma directa o inducida por el
proceso de seducción, donde el seductor presenta lo mejor de su repertorio y
esconde sus miserias.
Esto me lleva, dado que me gusta tanto jugar con las
palabras, a descomponer la palabra enamoramiento, resultando EN AMOR (A)
MIENTO. Es decir que el enamoramiento es una mentira que nos montamos en el
proceso de seducción, un delirio en el que otorgamos méritos y valores a la
otra persona para reafirmar nuestro amor. Tal vez, aquí, nuestro subconsciente
esté estructurando el pensamiento para evitar una disonancia cognitiva. (Disonancia
cognitiva de Festinger (1957): Las personas nos sentimos incómodas cuando
mantenemos simultáneamente creencias contradictorias o cuando nuestras
creencias no están en armonía con lo que hacemos).
Ahora creo conveniente traer a colación esta idea de Erich
Fromm sobre la diferencia entre enamorarse y amar:
“Cuando estamos
enamorados nos parece que nuestra pareja es perfecta y la persona más
maravillosa del mundo. Esa es la diferencia entre enamoramiento y el amor.”
“Empezamos a amar
cuando dejamos de estar enamorados”.
(Erich Fromm en su libro "El Arte de Amar")
Finalmente, para concluir este apartado, bajo mi opinión, no
es lo mismo AMAR que QUERER.
Platón, en los diálogos de Sócrates con el joven Lisis,
refiere que: "el amor es desear que
la persona amada sea lo más feliz posible".
Sin embargo la palabra querer (que proviene del latín quaerĕre:
tratar de obtener, buscar) tiene un significado más egoísta (desear, apetecer)
aunque en la RAE se le acepte como sinónimo de amar.
La diferencia, pues, estaría en:
Amar: Desear que la persona amada sea feliz (Relación
objetiva)
Querer: Tratar de obtener lo que se desea o apetece (Relación
objetal)
Los dos elementos están presentes, y suelen ir balanceando,
en la relación de pareja. Si se le da al verbo querer su matiz posesivo, puede
acabar la relación en una asimetría donde uno de los miembros se somete al
otro. Yo entiendo que, aquí, es muy importante el respeto al rol y su
negociación desde la libertad y compromiso mutuo. Pero no es menos importante
que el amor asume una función balsámica de la relación, es decir, facilita que
el querer no sea posesivo, que la cobertura de las necesidades no sea por
imposición o por exigencia asimétrica de deberes, sino por mutuo amor.
La clave, como ya he apuntado antes, estaría en la gestión de
la convivencia en el día a día. En la capacidad de resolución de problemas y en
el ajuste sistemática de ambas evoluciones personales para seguir manteniendo
una relación sana resultante del proceso homeostático elaborado desde el
respeto compartido, el compromiso y el buen flujo comunicacional ante cualquier
incidencia.
Nosotros, ante esa perspectiva, vamos a tratar de clarificar
y comentar algunas de esas variables, como son:
·
El
concepto de ciclo vital.
·
El
modelo familiar y su microcultura.
·
Los
procesos educacionales de los hijos.
·
Para
desembocar en la situación final con el síndrome del nido vacío.
Ciclo vital
El ciclo vital humano es el resultado de la interacción entre
factores biológicos y socioculturales entre los que se debe considerar el
género. Es decir, a caballo de la genética y el ambiente. Abarca desde el
nacimiento hasta la muerte y se desarrolla a lo largo de toda la vida.
Se divide en etapas, que son fases del desarrollo humano en
el largo caminar de su existencia y no están, forzosamente, relacionadas con la
cronología. Existen variaciones en la determinación de las etapas, según qué
autores, peo yo, dentro de esas fases, enumero las siguientes:
·
Infancia-niñez.
Hasta los 12 años aproximadamente.
·
Pubertad-adolescencia.
Desde las 12 a los 20.
·
Adultez.
Desde los 20 hasta el final de la crianza de los hijos.
·
Vejez
y senectud. Hasta la muerte.
Cultura social y microcultura familiar:
La cultura social se consolida y define en función de
principios, valores, ideas, creencias, ritos, hábitos, mitos, etc. que
caracterizan a una sociedad. No es lo misma la cultura judeocristiana que la
musulmana, la hindú, o la bosquimana por decir algunas. En todo caso la
globalización nos está acercando mediante la influencia de la comunicación.
Cada una de estas culturas sociales tienen una peculiaridad
que las delimita como un sistema abierto y, dentro de las mismas, siguiendo la
teoría sistémica, encontramos subculturas jerarquizadas hasta llegar al propio sujeto
come expresión individualizada.
En este sentido, la familia es una unidad cultural singular
con características propias donde se matiza la cultura social de su entorno. Es
decir, cada familia tiene una forma de aplicar los valores, principios, ideas,
creencias, hábitos, etc. en la dinámica de su estructura funcional. Por tanto
crea un espacio de microcultura propio, donde se enmarca su relación sistémica.
Esto tendrá especial importancia de cara al ajuste en la nueva
pareja en tanto los hábitos y costumbres aprendidos de uno y otro pueden
coincidir o no.
El nuevo modelo familiar. Microcultura resultante:
Por tanto, cobra especial relevancia la microcultura familiar
de procedencia, ya que tendrá gran influencia en la creación de la nueva
familia y la interrelación de sus miembros. Cada uno viene condicionado, en
gran medida, por lo que vivió en su casa, cómo se educó y los valores y hábitos
que fue adquiriendo. Si bien el entorno social puede matizarlos a través del
proceso de socialización personal.
La tarea de la pareja, aunque solo tenga conciencia de ello
de forma subliminal, es precisamente establecer o crear una microcultura propia
que suele ser de fusión entre la de ambos miembros, lo que conllevaba consensos
y acuerdos en las divergencias. Existen matices que pueden generar controversias
con relación a cualquier situación, o forma de actuar ante ella, como, por
ejemplo, el trato a los hijos, la relación con el entorno familia, los hábitos
de ocio, la forma de acometer los problemas, si los niños se bautizan o no,
etc. todo ello como posicionamientos influidos por la microcultura de
procedencia.
Es decir, que mediante el proceso de resolución de conflictos
y los acuerdos consiguientes, se establecerá una dinámica que definirá una
nueva microcultura familiar propia. A este proceso lo identifico con la
aplicación de un “contrata tácito” de relación, o sea con los acuerdos que se
van estableciendo de forma automática en función de las conductas de cada uno
de los miembros de la pareja. Recurriendo al ejemplo, diré que si el marido
llega a casa tarde sistemáticamente y la mujer no dice nada, esa conducta se
acabará estableciendo como un derecho o conducta asumible dentro de la
relación, pero si tiene una bronca con su pareja por este hecho, desde el
primer momento, lo podrá entender como conducta inapropiada o rechazable,
firmando en su mente la primera cláusula del contrato tácito.
Actitud parental en la educación de los hijos.
En todo caso, la microcultura familiar tiene gran influencia
en la actitud parental como método de educar de los hijos de cara a forjar
adultos maduros. Hay descritas diversas formas de actuación de los padres con
relación a los hijos, de las que extraigo estas cinco que enumero:
·
Impositiva.
Que se caracteriza por padres autoritarios y exigentes, impositivos y no
razonables.
·
Participativa.
Donde a los hijos se les enseña a razonar en las decisiones que se toman y en
las cosas que se les corrigen.
·
Paternalista-hiperprotectora.
Son excesivamente proteccionista, protectora, evitando enfrentar a los hijos a
todas las circunstancias adversas, los que les complica su proceso de
maduración.
·
De
laissze-faire (Dejar hacer). En este caso se deja que los hijos evolucionen por
sí mismos sin intervenir los padres. Dadas las circunstancias el matiz del
tutelaje es muy importante.
·
De
doble vínculo. Lo podemos entender como un desacuerdo entre padre y madre en la
sistemática educativa, descalificación mutua, con diferentes formas de expresar
los propios sentimientos y las conductas a establecer, lo que puede llevar a una
desorientación, inseguridad y desorden mental en el niño.
En mi opinión personal (para expresarla de forma gráfica lo
comparo como transitar por el camino de la vida) hay tres momentos en la
relación con los hijos que requieren diferentes actitudes de los padres en el
acompañamiento para el desarrollo de los mismos, considerando, como ya he
referido, que estos apartados actitudinales no son estancos, sino etapas de
prevalencia de unos sobre otros:
1.
Etapa
infantil. Debemos ir delante, dándoles
la mano e indicándole los obstáculos y las formas de superarlos, protegiéndoles
como máximos responsables de ellos y transmitiéndoles seguridad mientras se les
va enseñando a caminar por la vida, además de responsabilizarnos de su mejor
calidad de vida.
2.
Etapa
juvenil o púber. Continuamos llevándolos de la mano, pero ya no van tan detrás,
sino que los ponemos a nuestra altura para ir debatiendo el afrontamiento y
solución de los conflictos o circunstancias que se les vaya presentando. En
este caso les vamos adiestrando en la toma de decisiones pero haciéndoles
partícipes activos de las mismas y manteniendo la mutua confianza.
3.
Etapa
de adulto. El hijo es mayor, toma sus decisiones y es “dueño” de su destino.
Nosotros iremos detrás para ayudar, pero si él lo pide. No nos debemos
inmiscuir invasivamente en su vida, sino adoptar una posición inteligente que
nos permita seguir manteniendo una relación de mutuo respeto con los matices
que puedan desprenderse de nuestra cultura familiar, sin entrar en conflicto.
Hago aquí un receso para una breve reflexión sobre los dos
tipos de rol parental que nuestra sociedad adjudica a los padres a través de la
evolución social de los últimos años. Nos encontramos con:
·
El
rol clásico. Padre autoridad y madre nutriente, donde cada cual asume su papel
hasta el punto que la madre, ante una falta de los hijos, acaba amenazando con
un: “Ya verás cuando venga tu padre”, o que el padre no asume el cuidado ni la
necesidad alimenticia de los hijos: “Si tienes hambre pídele a tu madre de
comer”, o “Carmen, el niño se ha hecho caca, cámbialo”. Es el rol que hemos
vivido la mayoría de la generación nacida antes del último cuarto del siglo
pasado.
·
El
rol moderno. Es el que impera más en las parejas actuales. Ambos corrigen y
nutren, asumen su papel sin desviarlo al otro. La crianza es una actividad
compartida y responsabilidad de los dos. En todo caso, las distribución de
actividades viene más condicionada por el acuerdo entre las partes en función
de la disponibilidad y habilidad de cada cual.
El feedfack de los hijos a los padres
En el sistema familiar todos los miembros interactúan, por
tanto los padres deberían valorar el feedback que le dan los hijos para
observar si sus orientaciones son bien entendidas y efectivas.
Como en este texto no puedo ofreceros el video proyectado en
la conferencia donde un niño de cinco años le indica a la madre como debe
tratar a su hermanita de tres, transcribiré el diálogo.
El hecho es que la madre le permitió a la niña de tres años
jugar con la condición de que al final recogiera los juguetes, pero dado que no
los recogía, esta le regañó en voz excesivamente alta, por lo que la niña
rompió a llorar y no respondía a la demanda de la madre. Ante este hecho la
madre malhumorada se fue a la cocina, indicándole que si no recogía los
juguetes tendría un castigo y, al poco tiempo, aparece el niño mayor con la
hermana de la mano para hablar con su madre. He aquí la conversación:
-
Niño:
Si te enfadas con Carmen, Carmen no te hará caso, pero si no te enfadas te hace
caso; solo que ella no entiende, es chica, es pequeña…
-
Madre:
Bueno y qué.
-
N.
Y si no hace caso le tienes que explicar qué significa lo que estás diciendo.
-
M.
¿Y si no me hace caso aunque lo explique muy bien explicado?
-
N.
Mira, le tocas así (el niño acaricia a la hermana), le das besitos, le abrazas,
le cuidas muy bien, le coges y así te hace caso… yo lo he probado.
-
M.
¿Tú lo has probado… y te funciona?
-
N.
Siempre.
-
M.
¿Y si aun así no hace caso?
-
N.
Sí hace caso, es muy raro si no lo hace.
-
M.
¡Eh!
-
N.
Y si le echas así el pelo (le echa el pela hacía atrás mientras Carmen se toca
la nariz) te hace más acaso todo el rato…
-
M.
Deja de tocarte la nariz, Carmen.
-
N.
¿Vale mami?
-
M.
¿Si le toco así el pelo me hace más caso? (Carmen ha dejado de tocarse la
nariz)
-
N.
Sí, mira… y ahora como lo has dicho “suavito” ya no se toca la nariz. Ves,
funciona (la madre sonríe) hay que decírselo “suavito”
-
M.
Ya, voy a intentar no enfadarme con ninguno de los dos. ¿Contigo también
funciona eso?
-
N.
Sí, todos los niños somos iguales. Vamos a seguir recogiendo. Ya está, ya hemos
terminado (La niña le sigue para ir a recoger los juguetes).
Algunas enseñanzas del video:
Advertencia: Si te enfadas con Carmen ella no te hará caso.
¿Por qué?: Ellas es pequeña y no entiende.
¿Qué hacer?: Le tienes que explicar lo que significa lo que
estás diciendo.
¿Cómo?: Le tocas así, le das besitos, le abrazas, le cuidas
muy bien, la coges… (La hace receptiva)
Concluye: Yo lo he probado y siempre funciona, es muy raro si
no lo hace. Como lo has dicho “suavito” ahora no se toca la nariz… ves,
funciona. Todos los niños somos iguales. Conmigo también funciona.
Termina: Vamos a seguir recogiendo, ya está…
Tras esta interesante conversación entre el hijo de cinco
años y la madre, hemos de pararnos a ver, también, la influencia que los hijos
pueden ejercer en la relación con los padres, en base a su inteligencia
intuitiva, por lo que hablaremos de tres grupos, remarcando que la estanqueidad
entre ellos no existe, dándose la tendencia hacia uno u otro con mayor o menor
prevalencia:
·
Hijos manipuladores. Son aquellos que se aprovechan de
las desavenencias para sacar el máximo provecho o rentabilizar comportamientos.
Saben de su influencia en los padres y sacan tajada de ello. Juega un papel
importante la ganancia secundaria a algunos tipos de conducta, bien sean
relacionales o expresiones de patologías que atrapan a los padres.
·
Hijos confrontadores. Es un ejercicio de poder e
influencia sobre los padres. Tienen identificadas aquellas situaciones que les
permite ejercer ese poder y las practican. Es el niño rebelde que se opone a los
designios parentales intentado prevalezcan los propios.
·
Hijos colaboradores. Razonan y entienden a los padres y
sus diferencias, procuran evitarlas y diluirlas para que no se produzcan.
Colaboran en las actividades que los padres les asignan y suelen ser
obedientes. Es el prototipo que en el análisis transaccional identificaríamos
como (estados del yo) “niño adaptado” en contra posición la “niño rebelde”.
Proceso de emancipación:
En este caso consideraremos el cómo y cuándo se da el estado
de emancipación de los hijos, las circunstancias que provocan el nido vacío. El
hecho se puede dar por:
·
Preparación y madurez de los hijos. El hijo ya es mayor, adulto, y su
grado de independencia permite se vaya a vivir fuera de casa, bien solo o en
compañía. Es un hecho normal que no debe causar trauma alguno.
·
Por necesidades de estudio. Cuando es imprescindible que el
hijo o la hija deba cambiar el domicilio por causa de los estudios. Es una
circunstancia de preocupación para los padres, según la situación que sea y la
confianza, o el miedo, que se tenga con relación a la capacidad de afrontar el
hecho nuevo por parte de los hijos.
·
Por cuestiones de trabajo fuera de
casa. En este caso
se sobreentiende que el hijo está capacitado para afrontar la situación dado
que es responsable ejercitando su trabajo. Los miedos de los padres a nuevas
situaciones no desaparecen por ello.
·
Por conflicto intergeneracional. Tal vez este sea el mayor conflicto
que pueda presentarse a los padres dado que es consecuencia de una controversia
con el hijo o la hija. Los hijos se van dando un portazo o echados de la casa
por los padres ante la imposibilidad de una buena convivencia, lo que suele
generar grandes preocupaciones y conflictos.
·
Por matrimonio o convivencia con su
pareja. Es el más
natural y el deseado, o esperado, que nuestro hijo o hija se vaya cuando forma
otra familia… es ley de vida, se puede decir, en nuestra cultura, no así en la
anglosajona que se suelen emancipar antes como forma natural de independizarse.
El vuelo del pájaro y el retorno al nido con su pareja:
El pájaro voló… ¿hacia dónde va? ¿Cómo le irá la vida?
Preocupación en los padres según haya sido la salida del nido y la
circunstancias que la han provocado. Pero lo habitual, y a ello nos
referiremos, es que haya formado su propia familia y establezcamos una relación
con ella desde cierta simetría. En todo caso, nuestro hijo o hija, sin dejar de
serlo, ha pasado a ser más de su pareja, desde el aspecto convivencial y
relacional. Por tanto:
·
Vuelve con pareja. Pareja estabilizadora vs
desestabilizadora. Siempre que se introduce un nuevo elemento en un sistema se
desarrolla un proceso homeostático que lo asimila, condicionando la propia
relación en el sistema. La relación entre padres y nueras o yernos pueden ser
especialmente delicada si no somos capaces de establecer y asumir los límites
que separan los nuevos sistemas familiares. Si somos excesivamente invasivos,
entrometidos, le podremos crear un problema a nuestros hijos. A la vez
deberemos defender nuestra parcela, poniendo los límites inteligentemente, para
evitar que se produzca la invasión o intromisión de ellos.
·
La irrupción de los nietos… un nuevo compromiso de cuidados. La
llegada de los nietos nos llena de satisfacción. Los seres humanos, que
llevamos troquelada la misión de la perpetuación de la especie, sentimos que en
los nietos está la trascendencia generacional, por lo que se nos cae la baba
con ellos, como se suele decir. Nuestra disposición puede ser total, o
limitada, para ayudar en la crianza de los nietos, lo que nos puede crear
ciertas responsabilidades que nos sobrepasen dada la edad y nuestros hábitos,
tanto personales como de cuidados hacia los niños, que podrían chocar con los
de los padres del nieto. Este es, pues, otro campo de gestión de las emociones
y las relaciones paterno filiales.
Los conflictos en la pareja de los hijos:
Existe otro aspecto sobre el que me gustaría comentar, como
es la relación dentro de la pareja de nuestros hijos, donde cabe reseñar:
·
Una dinámica de relación propia entre
los hijos y su pareja.
Deberemos respetarla sin entrometernos, conocedores de que ellos están
fraguando su propia familia y han de interactuar, con o sin conflictos, para
perfilarla.
·
Las vivencias en los conflictos de
los hijos y sus parejas. Desde ese sentido podremos angustiarnos y hacer nuestras las
preocupaciones de nuestros hijos, sin poder evitar las emociones y sentimientos
que nos despierten. Pero esa percepción es producto de nuestro análisis
personal con el sesgo del amor parental.
·
El papel de los padres. (Ojo a ir por lana y salir
trasquilado…). Sabiendo que han de gestionar ellos su propio contrato
relacional, bajo una dinámica exclusiva, nosotros deberemos mantener cierta
neutralidad, actuando de consejeros, si nos lo solicitan o vemos que es
estrictamente necesario aportar nuestra opinión, pero con la mesura y la
asepsia necesaria para no entrar en confrontación con la otra parte salvo que
la ruptura sea irremisible. Podemos salir trasquilados.
El nido vacío. Cuando los hijos se van de la casa
El nido vacío, como ya sabemos, es una situación que se
produce cuando los hijos se van de la casa familiar, y estas circunstancias
generan una serie de emociones y sentimientos razonables que debemos gestionar.
Entre ellos cabe que afloren los de tristeza, soledad, vacío, ansiedad,
melancolía, irritabilidad… todo ello como signos del duelo por el que se
transita al perder la presencia de los hijos en el hogar familiar.
Es posible que los padres, en estas circunstancias, se puedan
plantear algunas preguntas existenciales, como: ¿Quién soy yo? ¿Hacia dónde voy
ahora? ¿Qué me interesa en este momento? ¿Cómo le doy sentido a mi vida?
Por tanto, esta pérdida nos
proporciona una nueva situación que nos ofrece la oportunidad de replantear
nuestra vida de otra manera. En todo caso, la situación requiere de un
afrontamiento efectivo para evitar el síndrome del nido vacío, si bien, en la
mayoría de los casos, el tiempo irá mitigando estos sentimientos hasta
recuperar de nuevo el bienestar.
En un artículo en la revista Cuida tu salud emocional, Dolores
Velázquez (Psicoterapeuta) propone 20 medidas para evitar el síndrome del nido
vacío, como son:
1.
Acepta
la vida como una sucesión dinámica de etapas.
2.
Analiza
la situación y tus sentimientos.
3.
Reconoce
tu pena.
4.
Alégrate
por tus hijos.
5.
Déjales
tomar sus propias decisiones.
6.
Mantén
la comunicación con tus hijos.
7.
‘Cambia
el chip’ con respecto a ellos.
8.
No
crees un santuario en la habitación de tus hijos para recrearte.
9.
No
invadas su espacio o te pases el día en la nueva casa de uno de tus hijos.
10. Dedícate tiempo a ti mismo.
11. Retoma actividades que hacías
anteriormente y a las que tuviste que renunciar por falta de tiempo.
12. Desarrolla nuevas aficiones y realiza
actividades físicas (paseos, excursiones, viajes. etc.).
13. Estudia algo que te apetezca o
aprende un idioma.
14. Apúntate a alguna actividad creativa.
15. Habla sobre tus sentimientos con tu
pareja.
16. Refuerza tu relación de pareja.
17. Procura salir con amigos.
18. Siéntete útil, ya que es una
necesidad propia del ser humano.
19. Regálate una mascota, te ayudará a no
ver la casa tan vacía y silenciosa.
20. Cuida de tus plantas o cultiva tu
propio huerto.
El síndrome del nido vacío
Pero si no conseguimos controlar la situación existe el
riesgo de caer en el síndrome del nido vacío, que, como ya hemos dicho, está
formado por un conjunto de signos y síntomas que lo definen. Recalcamos los
aspectos de su definición:
·
Es
una sensación de soledad que los padres u otros tutores pueden sentir cuando
uno o más de sus hijos abandonan el hogar.
·
Suele
aparecer una desadaptación al nuevo estado, por un mal afrontamiento de la
situación, con un trastorno afectivo enmascarado de características depresivas
con sentimientos de tristeza y pérdida.
·
Suele
ser más común en las mujeres que en los hombres.
·
Es
más importante en los tiempos modernos en tanto las familias extensas son menos
frecuentes.
Sus síntomas y manifestaciones son:
·
Anhedonia
(Incapacidad de disfrutar) con sentimiento de inutilidad.
·
Sentimiento
de soledad, una percepción súbita del paso de los años.
·
Apatía,
no se siente con ganas de iniciar ninguna actividad ni resolver situaciones.
·
Reclamo
de atención, manifestado por la sensación de que los padres quieren inquietar a
los hijos que se han marchado.
¿Cómo afrontarlo? Actitudes constructivas y destructivas:
·
Intentar
visualizar la nueva situación.
·
Establecer
una relación de adultos entre padres e hijos.
·
Retomar
actividades relegadas anteriormente. (Aprender algo nuevo, dedicarse a un
hobby. Viajar, lectura, visitar museos, apuntarse a un club, etc…)
·
Disfrutar
de mayor libertad.
·
Recuperar
las actividades de pareja de forma consensuada para disfrutar de la vida.
Reencuentro de la pareja…
·
Mejorar
en la cantidad y calidad del tiempo compartido intercambiando pensamientos y
sentimientos mediante una comunicación efectiva.
·
Sentirse
orgullosos porque los hijos haya conseguido esa emancipación como colofón al
proceso educativo. ¡Objetivo cumplido!
En este sentido, el reencuentro de la pareja, se presenta
como una nueva y excelente oportunidad para encauzar la vida en su última
etapa, con acciones como, por ejemplo:
·
Vivir
la situación como una oportunidad para redefinir y redescubrir la pareja.
·
Incrementar
la franca comunicación y el acercamiento.
·
Potenciar
la expresiones afectivas (incluida una adaptación de la relación sexual) y de
seguridad común.
·
Oportunidad
para enmendar viejos errores.
·
Hacer
más cosas en común y compartir afinidades.
·
Desarrollar
nuevas maneras de estar en contacto con los hijos y los nietos.
Consolidando la relación final.
La relación final positiva debe ser el objetivo de toda
pareja que pretenda tener una vejez tranquila. Debe estar basada en el respeto
y no en la imposición, haciendo posible conjugar lo individual con lo común.
Por tanto:
·
Es
el momento de cada uno haga balance de su propio proyecto de vida desde la
perspectiva personal buscando su paz interior.
·
La
pareja no debe ser un impedimento, sino una ayuda para ello.
·
Gestionar
esa situación final como la última oportunidad que nos da la naturaleza para el
encuentro con uno mismo, con los demás y el entorno.
·
En
suma, tomar conciencia madura de la vida en su sentido más amplio.
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F I
N
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Finalmente, tras todo lo dicho y expuesto, solo queda manifestar
que espero les haya aportado algo y les sirva como elemento de reflexión para
una mejor comprensión de esta etapa de la vida, a veces, tan compleja, donde se
dan circunstancias de gran repercusión en el tránsito de la adultez a la
senectud, así como manifestar mi agradecimiento por su atención y dar paso al
coloquio. Gracias y buenas tardes.
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