LA DESBANDADA PARLAMENTARIA
Cuando no está el horno para
bollos y mucho menos para “violines”, como los que nos hizo nuestra tía, al
principio de los años cincuenta, es decepcionante el abrir el horno campesino
de piedras y ladrillos refractarios y ver cómo los violines están hechos
carbón. Así, de modo parecido, nos sentimos defraudados, cuando se nos abren
las puertas del Congreso de los Diputados, y vemos que se ha convertido en un
horno bastante refractario a la pacífica, además de educada y gratuita,
participación de la ciudadanía en las
jornadas electorales, horno en el que muchas de sus señorías,
arrojan soflamas que no corresponden a
la exquisita educación de la que, quizás, hacen gala. Ya, en algún momento,
recordamos que, ni siquiera, en libro alguno de texto de la denostada Formación
Profesional podemos encontrar ningún glosario que contenga “los palabros” ni
los improperios que algunas de sus señorías largan en las sesiones
parlamentarias. O lo mismo (lo podemos pensar) su educación fue tan doctrinaria
amén de autoritaria, que perdido el miedo que era lo único que habían cosechado
en vez de educación, les deja en nuestros días en evidencia. Alternativamente a los mantras que corren
entre el personal sobre el tema de la educación, cuando se dice que se ha
perdido el respeto, tenemos que recordar que la educación y el respeto no se
pierden nunca, ya que seguimos respetando a todos, se trate de personas mayores
o de humanos pequeños. En la piel de toro lo que había era miedo, no educación
ni respeto. Quizás el endémico cainismo nos haya jugado alguna mala pasada,
incluso superados, por imperativos de los años, los tiempos pasados de la Santa
Inquisición.
A finales de octubre pasado,
pudimos asistir al Primer Congreso Internaconal de la “Desbandá”, celebrado en
Mollina (Málaga). En este Congreso Internacional, que no nacional ni
nacionalista, fuimos partícipes de lo que significó para muchísimos españoles
la “desbandá” o “huía”, que ya venía desde la provincia de Cádiz y que siguió
por la carretera de Almería.
Pudimos contar con testimonios en
primera persona, de quienes la sufrieron, así como de hijos o nietos y
familiares de quienes tuvieron que salir, costeando por la carretera, a cielo
abierto, hasta Almería, Alicante, Barcelona o Francia. También contamos con
estudios y trabajos de historiadores de España y del extranjero. Como todo el
mundo puede saber, aquella indeseable “desbandá” fue provocada por un golpe de
estado que fracasó, pero que sembró tal miedo y que levantó el vuelo de una
enorme desconfianza que causó el terror,
con tantas proclamas militares de aquellos, que en vez de defender los
intereses de la ciudadanía de toda la
nación española, la traicionaron con las mismas armas que legalmente se les
había concedido sin otro propósito que la defensa nacional.
La “desbandá” se produjo por las
arengas que se propalaron por los medios de comunicación, que quedaron grabadas
gravemente en una población que,
culpabilizada y amenazada de muerte, se echó a la carretera de Almería desde
Málaga. El incontable castigo militar por tierra, mar y aire sobre una
población indefensa que huía no fue obstáculo para que los golpistas y
simpatizantes remataran la faena con delaciones, venganzas... sin número, que
sucedieron más tarde y que dejaron pequeñas las militares hazañas del bombardeo
del fascismo internacional de Guernica, poco después.
En estos días pasados del ya bien
entrado siglo XXI, hemos podido saber de una extraña desbandada (así de fina)
parlamentaria en nuestro Congreso de los Diputados, porque alguna diputada ha
tenido que ser llamada “al orden” democrático y educativo (dicho sea de paso),
porque a los de su grupo les trae sin cuidado “el orden” y el respeto y solo
entienden el lenguaje de “la orden”, cuando dominan, aunque sea ilegalmente y
son ellos los que mandan.
Es verdad, y lo sabemos todos, o
al menos casi todos, que el parlamento
no es un centro de rehabilitación y hay que ir provistos y provistas de una
educación mínima, aunque solo sea fundamental, porque ya llevamos unos añitos
sorprendidos de la mala y hasta nefasta interpretación de la libertad de
expresión.
Pensándolo bien, cuando se
producen estos tipos de desbandadas parlamentarias, podemos concluir que el
personal se ha equivocado, por lo menos, de lugar y, aprovechando que los
tiempos pueden ir cambiando a mejor para todos entre todos, se retiren a sus
campamentos de invierno y cuenten sus inútiles batallitas, pasadas de
rosca, a sus nietos.
JOSE MARÍA BARRIONUEVO GIL
“benaltertulias.blogspot.com”
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