EL
MITO DE FEDRA.
¡Oh desgraciado e infortunado
destino de las mujeres! […]
¿Por dónde podré escapar a mi destino?
¿Cómo ocultaré mi desgracia, amigas? […]
Soy la más desgraciada de las mujeres.
(Eurípides: Tragedias)
En
la mitología griega Fedra era una princesa cretense hija de Minos y de Pasífae
y hermana de Ariadna. Teseo, que era amante de Ariadna, abandonó a ésta para
casarse con Fedra, de cuya unión nacieron Acamante y Demofonte. Hasta ahí, más
o menos una historia de lo más cotidiana, pero la cuestión se complica cuando
Fedra se enamora de Hipólito, su hijastro (hijo de Hipólita, reina de las
amazonas):
Profunda, intensa inclinación
lasciva,
para el adolescente nimio juego;
cómo abrasa a mis años este fuego,
nunca como hoy tan lúbrica y tan
viva.
(Francisco
Álvarez Hidalgo: «Fedra»).
Hipólito no estaba
enamorado de ella y la rechazó, por lo cual Fedra, despechada, lo acusó ante su
padre de haber intentado violarla, aunque después, arrepentida, acabaría por
suicidarse. En la mitología clásica se
ahorca; en la adaptación cinematográfica española, dirigida por Manuel Mur Oti
en 1956 la protagonista (Emma Penella) se ahoga en el mar. No acaba aquí la
tragedia porque Teseo condena a su hijo y lo entrega al furioso Poseidón, dios
de los mares, para que perezca. Sin embargo, la diosa Artemisa reveló entonces
que Afrodita les había tendido una trampa, justo a tiempo de que padre e hijo
se reconciliasen antes de que Hipólito muriera arrastrado por sus caballos.
Entonces Fedra, abrumada por la culpa decide suicidarse y se ahorca.
La historia de Fedra ha
sido inmortalizada en la literatura por clásicos como Eurípides (Hipólito),
Ovidio (Heroidas), Higino (Fábulas) o Séneca (Phedra);
dramaturgos contemporáneos internacionales como Racine (Fedra, 1767);
Miguel de Unamuno (Fedra, 1910); Sarah Kane (El amor de Fedra,
1996); Raúl Hernández Garrido (Los restos de Fedra, 1997) o Salvador
Espríu, obra estrenada en 1979 por Nuria Espert.
En 1932 el escritor mallorquín Llorenc
de Villalonga publicaría una novela, Fedra (con ediciones posteriores de
1954 y 1966). El personaje clásico ha servido como inspiración de óperas como Fedra
de Hans Werner Henze (2007), protagonizada por la mezzosoprano María Riccarda
Wesseling y en innumerables representaciones teatrales.
Remedios Sánchez
publicó también un suculento artículo en el que expone los paralelismos
existentes entre el Hipólito de Eurípides y la obra básica de Juan Valera, Pepita
Jiménez, a partir del reconocimiento de los personajes y de los tópoi
comunes, las relaciones y la pulsión amorosa de Fedra e Hipólito y la de Pepita
con el hijastro aspirante a misionero. Basada en esta obra, el director
mexicano Emilio Fernández («Indio Fernández››) la llevó a la gran pantalla en
1946 con Rosita Díaz Gimeno, una actriz española exiliada de la Guerra Civil y
un elenco de actrices y actores españoles como Consuelo Guerrero, Fortunio
Bonanova, Antonio Bravo o Manuel Noriega. El mito también ha servido de
inspiración para escultores o pintores como Alexandre Cabanel o Pierre-Narcisse
Guérin.
Hasta qué punto tiene
fuerza y vigencia este mito que «se suele juzgar a las actrices francesas según
la calidad de sus Fedras», tal es la dificultad e importancia de meterse en su
piel. Poliédrico y cambiante, el papel desafía a cualquier actriz a multiplicar
sus habilidades y le lanza un reto para que dé rienda suelta a su versatilidad
y arte escénico para que muestre un tan amplio y cambiante estado de ánimo,
pues su compleja personalidad pasa por diversos estados que pasan por el
intento de ahogar su pasión por Hipólito, su hijastro, su intenso debate moral
y el horrible fin que los arrastra. En consecuencia, la ineludible fatalidad de
quien rompe las reglas de juego.
El mito de Fedra lo han
llevado a sus lienzos artistas como Narcise Guèrin o Alexandre Cabanel y
especialmente presente en los frescos que adornan las villas pompeyanas. De
igual forma, el cine también ha recuperado el mito dando vida a Fedra tanto a
nivel nacional como internacional con actrices como la griega Melina Mercouri,
la brasileña Freida Pinto, la francesa Marcelle Chantal o la norteamericana
Michelle Feiffer, por citar sólo unos nombres.
En el caso de nuestro
cine, ya hemos adelantado que se estrenó en 1956 con dirección de Mur Oti y protagonismo
de Emma Penella en el papel de Fedra. La década de los años 50, desde el punto
de vista cinematográfico fue, como era lógico durante la dictadura, una década
de censura en todos los ámbitos. Casos como Surcos o El inquilino,
ambas de José Antonio Nieves Conde, o Viridiana de Luis Buñuel, sufrieron
los rigores del censor. El caso de Fedra, una demostración “descarnada y
violenta en la demostración de las pasiones humanas” donde se toca el
adulterio, el incesto y donde se muestra un erotismo y una sensualidad inusual,
es un caso inaudito en la historia del cine español. Naturalmente se
suprimieron algunos planos del busto exuberante de la protagonista, la tórrida
escena de la playa y, especialmente, el final: con una Fedra/Penella nadando
desesperada hacia el cuerpo del amante para, abrazada a él, hundirse
irremediablemente en el mar. Sin embargo, no existe ninguna mención a la brutal
escena de los azotes a Fedra.
Quizás pueda explicarse
este caso insólito de “buenismo” censor al contexto social de unos momentos de
particular coyuntura que vivía España: el fin de la autarquía, el
reconocimiento del régimen por las instituciones internacionales y las
crecientes presiones a favor de una mayor libertad de expresión, tuvieron que
ver en ello, aunque no fueron las únicas, y el avispado Manuel Mur Oti (quien,
por cierto, recibió un Goya de Honor en 1983) tuvo mucho que ver en este
asunto.
Rosa M.
Ballesteros García
Vicepresidenta del Ateneo
Libre de Benalmádena
“benaltertulias.blogspot.com”
No hay comentarios:
Publicar un comentario