Mujeres inventoras
Poca gente se pregunta quién está detrás
de algunos artefactos que diariamente utilizamos. En el caso que nos ocupa, si
conducimos. Nadie se imagina tener que salir a la carretera con un coche que no
tuviera intermitentes, espejo retrovisor ni tampoco parabrisas o
limpiaparabrisas. Sería más que una imprudencia; sería un suicidio.
Detrás de estos
inventos, que ahora utilizamos con toda naturalidad, muy pocos saben que están
tres mujeres inventoras. El primer retrovisor salió de un bolso de la primera
mujer piloto de coches que ganó una competición: una judía sefardí inglesa llamada
Dorothy Levitt (1882-1922)[1]. En 1909 escribió el libro titulado The
Woman and the Car: A chatty little handbook for all women who motor or who want
to motor [2].
En él la autora recomienda usar un espejo de mano mientras se conduce para
poder mirar hacia atrás de vez en cuando durante el trayecto. Su instalación,
tal como ahora existe, tardaría aún algunos años.
Otro de los inventos
que se incorporaron a los automóviles primitivos fueron los intermitentes. En
principio, bastaba indicar con los brazos la dirección que se iba a tomar para
que los demás conductores advirtieran la maniobra. Y funcionó, con más o menos
acierto, hasta que, hacia 1914 la actriz canadiense Florence Lawrence
(1886-1938), considerada como “La primera estrella de cine” de la historia, con
varios cientos de películas, se le “encendió” el piloto. Muy aficionada al
mundo del motor, le fue dando vueltas a su imaginación intentando mejorar y
hacer más seguro el tráfico. También fue la creadora de la señal automática de
frenado al colocar una señal de STOP en el guardabarros (aparecía
automáticamente frenar). No se lucró de ninguno de los inventos al no patentar
sus ideas que, años más tarde se incorporaron a los automóviles. Hasta los años
50 no se homologó su incorporación (son los intermitentes anaranjados que todos
conocemos). En cierta ocasión comentó que “un coche para mí es algo que es casi
humano, algo que responde a la amabilidad, la comprensión y el cuidado, al
igual que la gente”. Se suicidó a los 52 años.
El tercer elemento al
que hacíamos alusión es el limpiaparabrisas, que surgió haciendo turismo. De
nuevo, fueron mujeres las protagonistas: la primera fue Mary Anderson
(1866-1953) que, en el invierno de 1903, mientras viajaba en tranvía por la
ciudad de Nueva York, se fijó que el conductor tenía que detenerse cada dos por
tres y bajarse del vehículo para limpiar el parabrisas de agua y de hielo. Enseguida
se puso en marcha para trabajar en un invento para solucionar el problema. La
solución fue fabricar una lámina de goma que unió a un brazo metálico y
que conectó de forma que podía accionarlo desde la cabina través de una palanca.
De esta forma tan ingeniosa evitaría al o la conductora tener que apearse para
limpiar el vidrio. Al contrario de Florence, sí patentó el invento, pero de
nada le sirvió porque nadie en aquella época tomó en serio aquel invento
femenino. La patente expiró sin que su dueña percibiese un solo dólar. Pocos
años después fue otra actriz, Charlotte A. Bridgwood (1861-1929)
-madre de Florence Lawrence- quien patentó en 1917 un limpiaparabrisas
accionado mediante un motor y que limpiaba tanto el lado exterior como el
interior del vidrio. Hasta 1969, no apareció el primer
sistema de limpiaparabrisas intermitente montado en un Ford.
No termina aquí la relación.
Otro de los elementos de los automóviles, el parabrisas, fue obra de la
imaginación de otra mujer, preocupada porque la carrocería de los automóviles,
por entonces descubierta, ponía en desorden su peinado y las inclemencias
estropeaban su cutis. La patente data de 1892 y la dama en cuestión (al parecer
francesa) se apellidaba Doumayrou. Curiosamente, no lo registró como
complemento para el automóvil, sino en el de accesorios de belleza porque
todavía no se había descubierto lo útil que podía ser el parabrisas en materia
de seguridad.
Estos son sólo unos
ejemplos de mujeres inventoras que han pasado desapercibidas o ninguneadas.
Como tantas otras. Ya se sabe, lo que no se ve, no existe.
Rosa
María Ballesteros García
Vicepresidenta del
Ateneo Libre de Benalmádena
“benaltertulias.blogspot.com”
No hay comentarios:
Publicar un comentario