domingo, 23 de julio de 2023

Mujeres inventoras

Mujeres inventoras

 

Poca gente se pregunta quién está detrás de algunos artefactos que diariamente utilizamos. En el caso que nos ocupa, si conducimos. Nadie se imagina tener que salir a la carretera con un coche que no tuviera intermitentes, espejo retrovisor ni tampoco parabrisas o limpiaparabrisas. Sería más que una imprudencia; sería un suicidio.

Detrás de estos inventos, que ahora utilizamos con toda naturalidad, muy pocos saben que están tres mujeres inventoras. El primer retrovisor salió de un bolso de la primera mujer piloto de coches que ganó una competición: una judía sefardí inglesa llamada Dorothy Levitt (1882-1922)[1].  En 1909 escribió el libro titulado The Woman and the Car: A chatty little handbook for all women who motor or who want to motor [2]. En él la autora recomienda usar un espejo de mano mientras se conduce para poder mirar hacia atrás de vez en cuando durante el trayecto. Su instalación, tal como ahora existe, tardaría aún algunos años.

Otro de los inventos que se incorporaron a los automóviles primitivos fueron los intermitentes. En principio, bastaba indicar con los brazos la dirección que se iba a tomar para que los demás conductores advirtieran la maniobra. Y funcionó, con más o menos acierto, hasta que, hacia 1914 la actriz canadiense Florence Lawrence (1886-1938), considerada como “La primera estrella de cine” de la historia, con varios cientos de películas, se le “encendió” el piloto. Muy aficionada al mundo del motor, le fue dando vueltas a su imaginación intentando mejorar y hacer más seguro el tráfico. También fue la creadora de la señal automática de frenado al colocar una señal de STOP en el guardabarros (aparecía automáticamente frenar). No se lucró de ninguno de los inventos al no patentar sus ideas que, años más tarde se incorporaron a los automóviles. Hasta los años 50 no se homologó su incorporación (son los intermitentes anaranjados que todos conocemos). En cierta ocasión comentó que “un coche para mí es algo que es casi humano, algo que responde a la amabilidad, la comprensión y el cuidado, al igual que la gente”. Se suicidó a los 52 años.

El tercer elemento al que hacíamos alusión es el limpiaparabrisas, que surgió haciendo turismo. De nuevo, fueron mujeres las protagonistas: la primera fue Mary Anderson (1866-1953) que, en el invierno de 1903, mientras viajaba en tranvía por la ciudad de Nueva York, se fijó que el conductor tenía que detenerse cada dos por tres y bajarse del vehículo para limpiar el parabrisas de agua y de hielo. Enseguida se puso en marcha para trabajar en un invento para solucionar el problema. La solución fue fabricar una lámina de goma que unió a un brazo metálico y que conectó de forma que podía accionarlo desde la cabina través de una palanca. De esta forma tan ingeniosa evitaría al o la conductora tener que apearse para limpiar el vidrio. Al contrario de Florence, sí patentó el invento, pero de nada le sirvió porque nadie en aquella época tomó en serio aquel invento femenino. La patente expiró sin que su dueña percibiese un solo dólar. Pocos años después fue otra actriz, Charlotte A. Bridgwood (1861-1929) -madre de Florence Lawrence- quien patentó en 1917 un limpiaparabrisas accionado mediante un motor y que limpiaba tanto el lado exterior como el interior del vidrio. Hasta 1969, no apareció el primer sistema de limpiaparabrisas intermitente montado en un Ford.

No termina aquí la relación. Otro de los elementos de los automóviles, el parabrisas, fue obra de la imaginación de otra mujer, preocupada porque la carrocería de los automóviles, por entonces descubierta, ponía en desorden su peinado y las inclemencias estropeaban su cutis. La patente data de 1892 y la dama en cuestión (al parecer francesa) se apellidaba Doumayrou. Curiosamente, no lo registró como complemento para el automóvil, sino en el de accesorios de belleza porque todavía no se había descubierto lo útil que podía ser el parabrisas en materia de seguridad.

Estos son sólo unos ejemplos de mujeres inventoras que han pasado desapercibidas o ninguneadas. Como tantas otras. Ya se sabe, lo que no se ve, no existe.

 

                                       Rosa María Ballesteros García

                         Vicepresidenta del Ateneo Libre de Benalmádena

                                       “benaltertulias.blogspot.com”



[1] La francesa Camille du Gast había participado, dos años antes, en una carrera París-Berlín.

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